EL FLORECIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA: LA GRAN “METAMORFOSIS” DEL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE (SIGLOS IV-VII)
Resumen
El Imperio Romano no acabó el 476, sino que prolongó su existencia por mil años más en Oriente, donde la civilización grecorromana, lejos de retroceder y evidenciar un declive, halló su culminación. Y es que en esta parte del Mundo Mediterráneo, al mismo tiempo que se salvaguardó la cultura clásica, se enriqueció ese legado gracias a las influencias orientales y al influjo moderador del cristianismo, el cual penetró en todos los aspectos de la sociedad bizantina, tensando la acción de sus ciudadanos y de sus autoridades –tanto temporales como espirituales– por recrear el “Reino de Dios” aquí en la tierra. Floreció así una genuina civilización que siempre se reconoció como la proyección cristiana de Roma y de su cultura en Asia, pero que, a raíz de su misma ubicación geográfica, con el tiempo se helenizó; sostenemos que de un “entrelazo” de tal magnitud fue como se operó la transformación del Imperio Romano Antiguo en un Imperio Griego Medieval. El presente artículo analiza el derrotero de esa “metamorfosis” con el objeto de obtener una mejor comprensión de los orígenes del Mundo Bizantino.