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Artículos

Lecturas e influencias de la Unidad Popular y el triunfo de Salvador Allende en la formación del Frente Amplio uruguayo, 1970-1971

Readings and influences of the Unidad Popular and the triumph of Salvador Allende in the formation of Uruguayan Frente Amplio, 1970-1971

Danny Gonzalo Monsálvez Araneda
Universidad de Concepción, Chile
monsalvez@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-7132-5468

Recibido el 22 de marzo del 2024     Aceptado el 17 de junio del 2024

Páginas 137-156

Financiamiento: El presente artículo se enmarca en el Proyecto VRID Investigación Interdisciplinaria, número 2022000633INT. Financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Concepción (Chile), del cual el autor es coinvestigador.

Conflictos de interés: Los autores declaran no presentar conflicto de interés.

Resumen: El triunfo de Salvador Allende en septiembre de 1970, no fue indiferente para nadie en América Latina y el resto del mundo, más aún en el periodo de Guerra Fría. En ese contexto para importantes sectores de la izquierda uruguaya, el triunfo de Allende, constituyó un ejemplo de unidad, el cual perfectamente se podía seguir. A partir de lo anterior y por medio de la revisión de algunas revistas políticas, culturales y prensa vinculadas al Partido Comunista y Partido Socialista de Uruguay, daremos cuenta de los análisis que desde allí se realizaron sobre la formación de la coalición Unidad Popular y la elección del candidato Salvador Allende como presidente de Chile en 1970.

Palabras claves: Chile, Salvador Allende, Unidad Popular, Uruguay, izquierda, Frente Amplio.

Abstract: Salvador Allende's triumph in September 1970 was not indifferent to anyone in Latin America and rest of the world, even more so during the Cold War period. In this context, for important sectors of Uruguayan left, Allende's victory constituted an example of unity, which could perfectly be followed. Through the review of some political, cultural and press magazines linked to the communist and socialist parties of Uruguay, we will give an account of the analyzes that were carried out from there on formation of the Unidad Popular coalition and the election of candidate Salvador Allende as president of Chile in 1970.

Keywords: Chile, Salvador Allende, Unidad Popular, Uruguay, left-wing, Frente Amplio.

Introducción:

No son muchas las investigaciones y publicaciones que abordan el gobierno de la Unidad Popular desde una perspectiva transnacional e intelectual. Tal como lo señalamos en un artículo publicado años atrás[1], las indagaciones sobre el gobierno de Salvador Allende, cuenta con importantes contribuciones, por ejemplo en el campo de los partidos políticos, el proceso político en líneas generales o lo acontecido al momento del golpe de Estado; no obstante aquello, es posible de observar vacíos y omisiones en cuanto a la relación entre socialistas, comunistas y el presidente Salvador Allende, la participación de mujeres de izquierda, pueblos autóctonos, conflicto en la universidades, los estudiantes universitarios y secundarios, los abordajes sobre las derechas y estudios regionales o subnacionales, entre otros. A lo cual se suma la historia intelectual y de los intelectuales.

Sobre estos últimos, podemos señalar los aportes dedicado al análisis de revistas, es el caso de Maira Nacimento y Danny Monsálvez, César Zamorano, Andrea Mulas; intelectuales de izquierda con los aportes de Manuel Fernández, Mariano Zarowsky y Laura Briceño. Los cientistas sociales y las redes intelectuales con Daniela Durán, Eduardo Devés, Yvette Lozoya, Pedro Altamirano y Paula Vidal, quienes abordan el caso de los intelectuales extranjeros, muchos de ellos brasileños, que llegaron a colaborar o trabajar en el proceso de la “vía chilena al socialismo”[2].

Retomando lo señalado en las primeras líneas, sobre los enfoques transnacionales, aquí los estudios son aún más acotados. Entre las pocas publicaciones, destaca el trabajo de Claudio Pérez, Rolando Álvarez, Tanya Harmer y Aldo Marchesi[3]. El primero de ellos tiene un artículo en el cual propone una investigación que da cuenta de la recepción de los procesos políticos latinoamericanos de los años 50 y 60 en la construcción del proyecto de la “vía chilena al socialismo”; es decir, cómo este proyecto se nutrió política e intelectualmente de los debates y controversias que se dieron en otras latitudes del continente. Así, la lucha por el socialismo, tuvo un carácter internacional en la mayoría de las izquierdas latinoamericanas.

Por su parte Álvarez, especialista en temas de izquierda, específicamente del partido comunista de Chile, ha señalado que la izquierda en América Latina, surgió de aquellos procesos globales que se relacionaron con las trayectorias locales de los movimientos obreros de cada país.

Una de las características, será entonces, la dimensión internacional en los derroteros de las izquierdas del continente, lo cual se cruza con el peso que han tenido los factores nacionales.

Sin duda que los textos de Harmer y Marchesi, constituyen una de las principales contribuciones en este campo. Mientras la primera abordar el gobierno de Salvador Allende en el marco de la Guerra Fría Interamericana; el segundo se adentra en lo que fueron las experiencias de las guerrillas sesentera o nueva izquierda hasta la caída del Muro.

Uno de los aportes que realiza Tanya Harmer es superar aquellos análisis locales, nacionales, incluso bidireccionales en los estudios sobre la Unidad Popular, para avanzar hacia un enfoque descentralizado y multidireccional; es decir, la presencia de varios actores del periodo y el rol que jugaron estos hacia el gobierno de Allende. Particularmente Estados Unidos, México, Perú y especialmente Brasil.

Mientras que Aldo Marchesi, analiza el tema de una cultura política y de violencia política en la nueva izquierda de Argentina, Chile y Uruguay desde un enfoque transnacional; es decir, superar el binomio o dicotomía nacional-extranjero.

Esa cultura política transnacional se reflejó en acciones, ideas, sentimiento e interpretaciones del proceso político regional. En otras palabras, esta nueva izquierda desarrolló una interpretación compartida de los sucesos que acontecían en la región, lo cual impactó en la subjetividad de esta generación.

Desde un punto de vista historiográfico, cabe preguntarse ¿qué es la historia transnacional y por qué nos interesa este enfoque. Mismo caso para la historia intelectual? Sobre la primera, podemos señalar que se refiere preferentemente “a la gran variedad de relaciones, lazos e interacciones que vinculan a personas e instituciones más allá de las fronteras de los Estados nación”. Asimismo, el enfoque transnacional busca resaltar la circulación, los intercambios y los flujos que se producen en un contexto geográfico y social.

De ahí que este enfoque se proponga desafiar el foco estadocentrico; lo cual implica abordar las relaciones que “se entablan entre grupos sociales o instituciones que existen a pesar del Estado-nación y que, con sus actividades transnacionales desafían la soberanía del Estado y la hegemonía de las fronteras e ideologías nacionales”[4].

De esta forma, la historia transnacional nos invita a estudiar, por ejemplo, las redes comerciales o de comerciantes, vínculos religiosos, académicos e intelectuales o los contactos entre grupos políticos de igual o diferente signo político. Sobre esto último, destaca la “atención al movimiento y la interpretación: a las transferencias, contactos y conexiones; a la circulación de personas, ideas, discursos y bienes, desde la firme convicción de que los procesos históricos se construyen a través de esos movimientos constantes que atraviesan territorios, espacios y regiones”[5].

En relación a las revistas, particularmente las político-culturales se proponen modelar su propio tiempo. Portan un mensaje singular, reivindican una nueva cultura, una nueva estética o bien una nueva orientación científica. Asimismo, toda revista constituye una estructura de permanente debate interno y externo. De intercambio, recepción y comentarios.

Como señala Beatriz Sarlo[6], las revistas ponen su acento en lo público, donde su tiempo es el presente; por lo tanto, su objetivo es intervenir en dicho presente, para modificarlo. De ahí que las revistas sean verdaderos laboratorios ideológicos y de ideas de una determinada época o periodo histórico.

Mientras que para Horacio Tarcus[7], siguiendo lo planteado por Sarlo, durante el siglo XX las revistas fueron los principales canales de expresión de intelectuales y grupos. Buscaban, las revistas político-culturales, participar de los debates del presente y ser los vehículos privilegiados para la estrategia de la disputa hegemónica.

Por eso, desde una perspectiva contextualista, interesa por ejemplo ¿qué se discute?, ¿por qué se discute?, ¿con quién se discute? y ¿qué efectos genera o produce esa discusión? entre actores, redes, itinerarios, trayectorias, en la producción, circulación, recepción y difusión de ideas.

En consecuencia, ¿por qué nos interesa trabajar con las revistas y prensa de la izquierda uruguaya y su visión sobre el gobierno de Salvador Allende? Básicamente por ser canales de expresión, de sociabilidad y de disputa hegemónica de las izquierdas del periodo; ya sean de las nuevas organizaciones de izquierda de los largos años sesenta, denominadas “nueva izquierda”, así como de las agrupaciones, coaliciones o alianzas políticas que sin renunciar a sus propuestas de transformación, privilegiaron las vías institucionales o electorales para llegar al gobierno. En ese último caso, el Frente Amplio de Uruguay y su referente chileno, la Unidad Popular.

La izquierda uruguaya y el proceso de formación del Frente Amplio en Uruguay  

Contexto histórico: los largos años sesenta

Durante el transcurso del siglo XX, Uruguay había alcanzado la denominación de la “Suiza de América”. Aquello se debió fundamentalmente por su estabilidad política, institucional y la bonanza económica del denominado Estado Benefactor; sin embargo, en la década del cincuenta, aquel escenario, específicamente económico, comenzó a manifestar algunos síntomas de agotamiento del modelo económico, el cual fue acompañado de un creciente malestar de la población. “A mediados de los años cincuenta la economía uruguaya entró nuevamente en crisis. Sus principales indicadores fueron el saldo desfavorable del comercio exterior, la inflación y el estancamiento productivo”[8].

Al mismo tiempo, hacia finales de la década del cincuenta, concretamente en 1958, se desencadenó una intensa movilización de estudiantes secundarios, universitarios y obreros, quienes reclamaban una nueva ley orgánica para la Universidad de la República[9].

Pero sin duda, la elección presidencial de 1958, con el triunfo del Partido Nacional, constituyó, como señala Vania Markarian, un punto de inflexión en la historia uruguaya[10]. No solo por el término de la hegemonía del Partido Colorado en el gobierno, sino también porque la políticas liberalizadoras del nuevo gobierno, no atenuaron el malestar social producto del deterioro de la situación económica, sino también, por el hecho que la izquierda (tradicional) no logró capitalizar electoralmente (1958 y 1962) el descontento con los partidos tradicionales.

Ya entrado la década del sesenta, el escenario no cambio; es decir, la crisis económica se acentuó, las movilizaciones sociales se acrecentaron y el movimiento sindical tuvo un importante crecimiento; mientras que por otro lado, los sectores de la ultraderecha uruguaya miraban con simpatía una solución de tinte autoritario con tal de evitar que las ideas de la revolución cubana ganaran terreno en lo que era una “democracia ejemplar” como la uruguaya.

Sin embargo, la deriva autoritaria no tardó en llegar. La elección presidencial de 1966, no sólo significó el regreso al gobierno de los colorados, con el triunfo de Óscar Gestido; sino también se produjo una reforma a la Constitución para dar más poder al presidente[11]. De ahí en adelante, el paso siguiente fue poner en práctica el fuerte poder presidencial.

Tras la muerte de Gestido en 1967, éste fue sucedido por su vicepresidente Jorge Pacheco Areco, quien al asumir, promulgó un decreto para proscribir al Partido Socialista y otras agrupaciones de la izquierda uruguaya.

Mientras se acrecentaban las medidas autoritarias, bajo el gobierno de Pacheco, un año antes, (1966) había entrado en escena una nueva organización política, que se sumaría a la irrupción de una “nueva izquierda” latinoamericana. Se trataba del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Liderados por Raul Séndic, un joven estudiante de derecho, ex militante del Partido Socialista y activo organizador de los trabajadores rurales del norte del país. Séndic se convirtió en aquellos años, en la figura central del movimiento y de lo que fue la “nueva izquierda” uruguaya, la cual planteó la idea de una alternativa revolucionaria a la legalidad democrática del Uruguay. En otras palabras, iniciar una estrategia revolucionaria en el país oriental[12].

Lo cierto es que la irrupción del Tupamaros en Uruguay, no fue un proceso único o extraño en la América Latina de los sesenta. Lo mismo estaba aconteciendo en Argentina con la aparición del Partido Revolucionario de los Trabajadores y Montoneros, mientras que en Chile se fundaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). De esa forma, entraban en escena lo que la literatura ha denominado la “nueva izquierda”.

Si bien en un comienzo, las acciones de Tupamaros tuvieron cierta adhesión en la población, fundamentalmente por su espectacularidad, la denuncia contra la corrupción de empresarios y políticos y algunas acciones denominadas “justicia popular”, destinadas a la distribución de alimentos entre los sectores populares; con el transcurrir de los meses, dichas acciones, entre las cuales estaban asaltos, robos y secuestros, comenzaron a generar cuestionamientos y rechazos, no solo en importantes sectores de la sociedad, sino también por la dura respuesta de los gobiernos de Pacheco y Bordaberry; incluso de algunos sectores de la izquierda más tradicional de dicho país.

Lo anterior, se tradujo en la creación del Movimiento Nacional para la Defensa de las Libertades Democráticas y la Soberanía. Dicho espacio estaba integrado por políticos de diversos sectores, a quienes nos unía la denuncia contra el autoritarismo y las medidas represivas del gobierno de turno, sean del citado Pacheco o de Bordaberry posteriormente.

La creación de ese movimiento, sumado a algunas alianzas parlamentarias, “sentaron las bases para la creación del Frente Amplio, aunque no se debe olvidar que inicialmente sus propósitos eran más generales y lograron entablar puentes de diálogo, en una perspectiva de centroizquierda”[13].

En consecuencia, la formación del Frente Amplio, el 5 de febrero de 1971, fue producto de un largo proceso, no exento de complejidades, derrotas, fracasos y esperanzas. “En la secuencia más inmediata, podían citarse los siguientes jalones ineludibles emanados de organizaciones sociales y políticas: el proceso que culminó con el Congreso del Pueblo en agosto de 1965; el Congreso de Unificación Sindical que creó la CNT en octubre de 1966; el Movimiento de Defensa de las Libertades de 1968; las propuestas del PDC ese mismo año, reiteradas en 1970, para la constitución de un frente tras un programa de pacificación y cambios estructurales; la instauración en octubre de 1970 de un Comité Ejecutivo Provisorio integrado por ciudadanos independientes que realizaron un llamamiento a la unidad de las fuerzas progresistas; la declaración conjunta del PDC, del Movimiento Blanco Popular y Progresista y del Movimiento por el Gobierno del Pueblo en diciembre de ese año, seguida luego, en enero de 1971, de una convocatoria concreta de dos de estas fuerzas para la creación del FA, lograda finalmente al mes siguiente”[14].

Ese mismo año de 1971, el Frente Amplio se presentaría a las elecciones presidenciales, llevando como candidato a Líber Seregni. Un ex militar, quien en 1968 solicitó su pase a retiro de las filas del Ejército. ¿Las razones de aquello? Su abierta discrepancia con las medidas represivas que estaba llevando adelante el gobierno de Pacheco Areco.

Tras su retiro y a pesar de su poca experiencia política, se posicionó como una figura dentro de la nueva coalición política, hasta convertirse en el líder y candidato presidencial del Frente Amplio en noviembre de 1971.

El triunfo de Salvador Allende y el proyecto de la “vía chilena al socialismo” en 1970: lecturas y recepción en la constitución del Frente Amplio uruguayo

El historiador Eric Hobsbawm comentaba por allá por 1971, que el triunfo de Salvador Allende en la elección de 1970 era único y raro, ya que no existían precedentes históricos en los cuales se diera un proceso de transición legal al socialismo; es decir “la situación del Chile de Allende carece pues de precedentes”[15]. Mientras que Rafael Rojas señala que si bien Salvador Allende conocía de cerca lo que era la “nueva izquierda” en el continente, era un convencido que para llegar al gobierno en Chile, la izquierda tenía que transitar por la vía democrática; es decir, por medio de las elecciones. Ese convencimiento se sustentaba en las “condiciones de institucionalidad democrática” que tenía el país. A lo cual se sumaba que desde los años veinte y treinta existía una sólida tradición comunista y socialista, la cual se había traducido en una “política electoral y parlamentaria accediendo al poder legislativo”[16].

Lo cierto es que el triunfo de Salvador Allende y la coalición Unidad Popular en septiembre de 1970, no fue indiferente para nadie. En ese contexto, las organizaciones y partidos de la izquierda Uruguaya, expresaron sus beneplácito ante el triunfo de Allende. Es más, fue visto como un ejemplo de unidad de los sectores de la izquierda en pos de un proyecto político de transformaciones, distante a lo que planteaba la “nueva izquierda” uruguaya, representada por Tupamaros.

Jimena Alonso[17] es quien ha desarrollado con mayor amplitud y profundidad, en su tesis de Magíster, la recepción que tuvo en la izquierda uruguaya el camino de unidad de la izquierda chilena y el triunfo de Salvador Allende.

Alonso señala que si bien existen elementos locales y de coyuntura que explican la fundación del Frente Amplio en Uruguay, es necesario avanzar en un análisis que pueda conectar un proceso mayor de la izquierda uruguaya, los procesos transnacionales de la política y de vínculos que se dieron con otros procesos en la región, particularmente el caso chileno, con el triunfo del socialista Salvador Allende por medio de la vía electoral, el cual marcaba diferencias que lo que planteaban aquellos sectores de la izquierda, más próximos a lo que había sido la revolución cubana[18].

A partir de lo anterior y para la realización de esta ponencia, hemos consultado tres publicaciones de la izquierda tradicional del Uruguay del periodo. Se trata de la Revista Estudios, El Oriental y El Popular. Hemos trabajado con estas publicaciones por estar disponibles en internet y además por considerarlas representativas del campo socialista y comunista uruguayo.

La citada Jimena Alonso, señala que el año 1955, el Partido Comunista del Uruguay, tuvo un giro en su línea política. En ese proceso, fue fundamental la figura de Rodney Arismendi, quien se convirtió en su Secretario General y figura más representativa. A partir de esa fecha, los comunistas uruguayos, tuvieron una amplitud política, alejándose de ciertas posturas sectarias[19]. Lo anterior, no significó distanciarse de sus planteamientos internacionalistas y pro URSS; sin embargo, bregaron por la unidad de las izquierdas, como un objetivo central para poder conquistar el gobierno.

Los vínculos, lecturas y recepciones de lo que pasaba en Chile con el Partido Comunista, siempre estuvo presente en las publicaciones del PC uruguayo. Lo anterior, se ve reflejado, siguiendo a Alonso, en las notas, reportajes, crónicas y editoriales de la Revista Estudio o El Popular. En “sus páginas se desprende: la solidaridad y la denuncia ocurrida durante la ilegalización de esta colectividad en Chile, los buenos augurios por la fundación del FRAP, el seguimiento de las elecciones tanto en 1958 como en 1964, así como la denuncia de los diversos acontecimientos represivos que ocurrieron en Chile, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970)”[20].

Desde mediados de la década del cincuenta, concretamente desde que Arismendi se convierte en Secretario General del partido, los comunistas uruguayos, buscan afianzar la unidad de la izquierda de dicho país, concretamente con sus pares socialistas. Lo anterior, se puede corroborar por medio de diversos artículos y notas publicadas en la Revista Estudios, entre los años 1956 y 1967[21]. No obstante los llamados e intentos del PCU, los socialistas hicieron “oídos sordos” a dichos llamados. Lo cual se prolongó hasta bien entrada la década del sesenta.

Mientras la negativa de los socialistas se mantenía, el PCU decidió avanzar, en julio de 1962, en la creación del Frente de Izquierda de Liberación. Paralelamente, los socialistas constituirán la Unión Popular. De esta forma, la posibilidad de una alianza, coalición o frente se veían más compleja, a pesar de los intentos de los llamados del PCU.

En medio de ese proceso, los socialistas, serán los más perjudicados, desde el punto de vista electoral. Sin embargo, el proceso más significativo de los socialistas fue su viraje a comienzos de los sesenta. “Una nueva generación de dirigentes socialistas liderados por Vivian Trias venía bregando por un giro en las posiciones del PS, el cual suponía el apartamiento de la tradición socialdemócrata que lo había identificado hasta entonces. Tras lograr el control mayoritario de la dirección partidaria en 1960, los renovados llevaron adelante un vuelco radical. Hacia 1965 la crítica al pasado socialdemócrata se volvió postura oficial del PS, y el leninismo hasta ese entonces criticado como parte del universo ideológico del adversario comunista, sustituyó a la vieja matriz originaria, que era definitivamente antileninista”[22].

Esta posición de los socialistas, se traducirá, entre otras cosas, en la crítica a los comunistas, tildándolos de reformistas y electoralistas, así como cuestionar las vías graduales para la construcción del socialismo. Tal y como sus pares chilenos, si bien los socialistas uruguayos seguían participando de la democracia liberal y la vía legal, al mismo tiempo criticaban la vía electoral.

Bajo ese escenario, la unidad o alianza comunista-socialista se hacía compleja. No obstante aquello, el escenario político uruguayo, jugó a favor de la unidad. El incremento de la represión y el autoritarismo del gobierno de Pacheco Areco (1967-1971), significó que distintos sectores de la izquierda uruguaya hicieran llamados a la unidad para hacer frente a dicho gobierno y su deriva autoritaria. Fue así como diversos movimientos y agrupaciones, como el Frente del Pueblo, integrado por el PDCU, la Lista 99, es decir, el Movimiento por el Gobierno del Pueblo, liderado por Zelmar Michelini (dirigente político del Partido Colorado), realizaron un público llamado a constituir un “acuerdo sin exclusiones” que fuera capaz de conformar una alianza, no solo de tipo electoral, sino política y de proyección. Fue así como meses más tarde, se formó el Frente Amplio, logrando así la anhelada alianza comunista-socialista, más otros partidos y agrupaciones escindidas de los partidos tradicionales[23].

En pasajes anteriores, habíamos aludido a la Revista Estudios, surgió en 1956, El Popular, que nació en 1957, ambas vinculadas al PCU y El Oriental, vinculada al PSU, y fundada en 1969.

Para el caso de la primera, en su edición número 57 de diciembre de 1970, señalaba que el triunfo de Salvador Allende en 1970, constituía un ejemplo de unidad, que el pueblo uruguayo debía imitar, para producir la unidad obrera y la unidad política de la izquierda uruguaya[24]. Mientras que la segunda, analizaba las elecciones municipales de abril de 1971, en las cuales destaca el triunfo de la coalición de gobierno (Unidad Popular) y dentro de aquella, situaba al partido socialista, como la fuerza política mayoritaria del conglomerado. Además, reforzaba la idea que el incremento de la votación de los partidos socialistas y comunistas “han afianzado a las corrientes marxistas en la estructura de fuerza de la Unidad Popular”. En esa línea de análisis, la revista remarcaba la importancia de los socialistas, ya que éstos constituyen “un grupo político que está aportando constructivamente en las tareas gubernamentales para el avance de la fase de transición al socialismo en lo institucional y en lo económico”[25].

Volviendo a la Revista Estudios, en otras ediciones, de los años 1971 y 1972, destacará los avances que ha tenido Chile durante el gobierno de la Unidad Popular, pero al mismo tiempo da cuenta de las amenazas que tiene el proceso chileno, particularmente de la derecha y del imperialismo norteamericano.

Sobre El Popular, éste destacará por la amplia cobertura que dará a la elección presidencial de 1970. Por ejemplo viajó a Chile un enviado especial para cubrir dicha elección. Entre otras noticias, aparece una entrevista al Secretario General del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán en la cual expresa los puntos a favor con los cuales contaba la izquierda chilena para alcanzar el triunfo el 4 de septiembre. Por ejemplo las grandes movilizaciones y concentraciones que se habían realizado en apoyo a la candidatura de Allende. A lo cual se sumaba, el sólido apoyo que tiene la candidatura en la “clase obrera”; la unidad de la izquierda y su ampliación. A diferencia de la elección de 1964; “la iglesia no toma parte activa en la campaña contra la izquierda”; el apoyo que se ha expresado en las universidades, “estudiantes por supuesto, pero también académicos (profesores) y sector administrativo” y finalmente el acceso que han tenido a los canales de televisión y las radios, lo cual ha permitido llegar a más sectores de la población. Esto ha permitido “enfrentar la campaña odiosa del terror que ha desatado la derecha. Es una campaña inmunda, hecha con gastos fabulosos proporcionados por las empresas norteamericanas”.

Corvalán, no dejó pasar la oportunidad para hacer presente que había acciones o comentarios de algunos sectores o posiciones de “signo ultra” o de la ultraizquierda que no contribuyen al triunfo. En clara alusión al MIR o sectores del Partido Socialista. Por ejemplo “cuando alguien de la izquierda se le ocurre proclamar que “traemos el paredón a Chile”, o cosas por el estilo, ello no contribuye por cierto a hacer claridad sobre las posiciones de la izquierda real a los ojos del pueblo”[26].

Días más tarde, el mismo medio entrevistaba a Salvador Allende. El candidato de la Unidad Popular no dudaba del triunfo de la izquierda, expresando que la campaña ha logrado posicionarse de manera efectiva en “la conciencia en torno al Programa, la positiva experiencia unitaria, el sentido de clase”. Además, destacó, la unidad y el pluripartidismo de la alianza, así como la elaboración del programa de gobierno a través de las fuerzas políticas y sociales que conforman la UP.

No dejo pasar la ocasión para hacer presente la campaña del terror contra su candidatura, impulsada por los “mercaderes del miedo” y “regentes del terror”; sin embargo, agregó que la Unidad popular ha logrado denunciar y desenmascarar dicha campaña[27].

Tras el triunfo de Allende, el viernes 4 de septiembre, El Popular publicaba en sus páginas, con grandes titulares “ALLENDE TRIUNFÓ” e “INMENSA ALEGRIA POR LA VICTORIA”, destacando, además, que el triunfo del candidato socialista, también se estaba celebrando en las calles de Montevideo.

Se trataba de los partidarios del Frente Izquierda de Liberación, los cuales se reunieron en la explanada municipal de la capital uruguaya. En la ocasión hablaron el presidente del Frente de Izquierda, Luis Pedro Bonavitta, Carlos Elichirigoity, Adolfo Aguirre González y Rodney Arismendi.

Todos los oradores, destacaron la importancia de la unidad y diversidad que representó la alianza chilena Unidad Popular liderada por Allende. Dicho ejemplo debía dar paso, también, para constituir esa “unidad popular en nuestro país”, la cual permita construir “un gran frente que abra en el país una nueva alternativa de poder”. Que se deben sacar lecciones del triunfo de la izquierda en Chile. “Es la gran lección chilena. La levantamos como una bandera- finalizó Arismendi- para que ondee en nuestra patria de hoy”[28].

Pero no solo fueron dirigentes políticos del Frente Izquierda quienes se congregaron para celebrar lo acontecido en Chile, también lo hicieron La Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay. Además, por esas mismas horas, el Partido Comunista del Uruguay, sí como el Frente de Izquierda hacían llegar sus saludos protocolares a Salvador Allende y al Partido Comunista de Chile, por el triunfo alcanzado en la elección presidencial.

A tanto llegó la euforia por el triunfo de Allende, que El Popular ofertó un viaje a Chile para “festejar la victoria de la Unidad Popular”. Este incluía dos pasajes en avión ida y vuelta y 10 días de estadía para dos personas.

Días más tarde y en un nuevo encuentro del Frente Izquierda, se reafirmaba el objetivo de la unidad de las fuerzas de izquierda, subrayando que en Uruguay también se lograría la Unidad Popular, tal y como se había dado en Chile[29].

Mismo conceptos eran reafirmados por la editorial de El Popular, donde manifestaba que el movimiento popular uruguayo debía aprender, más allá de las particularidades nacionales, de otras experiencias de lucha que se daban en el continente. Siendo el caso chileno uno de los más evidentes. “la unidad ha obrado como un revulsivo poderoso, como un formidable dinamizador de las masas, dándole la perspectiva del poder. La unidad convirtió a la izquierda en una alternativa real”. Pero esa unidad se dará, agrega la editorial, cuando se supere la dispersión en la cual se encuentran las fuerzas de izquierda. Si bien, existe el Frente Izquierda, aquel espacio todavía no logra extenderse aún más, para llegar a otros sectores y fuerzas populares. De ahí que la experiencia chilena, sea aleccionadora en ese sentido. “El día en que esa dispersión se supere, en que todos los sectores populares actúen como una sola fuerza para enfrentar a la derecha, al imperialismo y a la oligarquía, otro gallo cantará en nuestro país”[30].

A comienzos de octubre de 1970, el PCU celebró sus 50 años de vida. En la oportunidad, asistió el Secretario General de los comunistas chilenos, el citado Luis Corvalán, quien expresó la importancia del triunfo de la Unidad Popular, no solo para Chile, sino también, como ejemplo para otros países, que buscan el mismo objetivo. En clara alusión a la coyuntura uruguaya. Además, Corvalán, traía un mensaje del electo presidente Salvador Allende, donde reafirmaba, la importancia de la unidad de las fuerzas de izquierda[31].

Días más tarde, El Popular, titulaba ¡ahora la toca al Uruguay!, subrayaba lo siguiente: “la llave maestra para ir al encuentro de ese Uruguay del mañana es la unidad, porque como lo proclama la consigna venida desde atrás de la cordillera andina y que corrió de boca en boca en el mitin grandioso: ¡El pueblo unido jamás será vencido!”[32].

Ante las expectativas y hasta la algarabía de los comunistas por el triunfo de Allende y el proyecto de la “vía chilena al socialismo”, los socialistas eran más escépticos y cautos a la hora de los análisis. Tal y como lo ha estudiado la citada Jimena Alonso, citando algunas notas y análisis de la revista El Oriental, desde las filas del PSU, se expresaba los parabienes sobre el triunfo de la Unidad Popular, remarcando, eso sí, que una cosa era el gobierno, otra el poder real y otra muy distinta la revolución. Preguntando si los poderosos dejarán que Salvador Allende avance con las transformaciones a las cuales se ha comprometido en su programa de gobierno.

En palabras de Alonso: “El triunfo de la Unidad Popular aparecía entonces como una guía a tener en cuenta, pero no como un ejemplo a repetir sin matices. En primer lugar, es un modelo que no puede copiarse mecánicamente, porque las condiciones del autoritarismo en Uruguay, la ilegalidad de los partidos (insistencia que mantendrán durante todo el período), la censura a la prensa, etc., provoca un contexto distinto para la acción política. Pero además, también es necesario mirar -señalan- las dificultades por las que ha atravesado la izquierda uruguaya para poder trabajar en conjunto sobre la base de acuerdos mínimos”[33].

Más allá del escepticismo o desconfianza que generaba el éxito del gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, finalmente los socialistas uruguayos, entendiendo que los procesos no son mecánicos y que cada país tiene sus propias realidades, particularidades y experiencias, se sumaron a los llamados a la unidad de las fuerzas de izquierda para la creación de un Frente Amplio en vista de las elecciones de 1971.

Comentarios finales

A partir de lo señalado en pasajes anteriores y de lo que ha significado desde el punto de vista del análisis histórico, los 50 años del golpe de Estado de 1973 en Chile el año 2023, consideramos que se hace necesario ampliar los estudios e investigaciones sobre el gobierno de Salvador Allende; especialmente en aquellos aspectos donde permanecen omisiones y vacíos. Uno de ellos son las contribuciones que pueden venir desde el campo de la historia intelectual y la historia transnacional[34]. Así como también, por ejemplo, de la historia conectada y comparada.

Complementando lo anterior, uno de campos de estudios poco desarrollados dice relación con el trabajo de revistas y publicaciones político-culturales de la izquierda tradicional y la nueva izquierda de Argentina, Uruguay u otros países del continente. Así como los vínculos y las redes de dichas izquierdas con la izquierda chilena. Mismo caso para la recepción que tuvo en dichas publicaciones extranjeras la experiencia del proceso de la “vía chilena al socialismo”, entre 1970 y 1973.

Para el caso del presente trabajo, las publicaciones citadas (Estudios, El Popular y El Oriental. Identificados con las posiciones del Partico Comunista y Partido Socialista), manifestaron en sus páginas una opinión positiva y esperanzadora de lo que fue el triunfo de Salvador Allende en septiembre de 1970.

En una primera lectura, los comunistas fueron más optimistas ante el triunfo del candidato socialista chileno. Esto se debe a la presencia del PC chileno en la coalición Unidad Popular y además, porque los comunistas uruguayos, desde mediados de siglo XX, venían promoviendo la unidad de la izquierda en dicho país y la vía electoral para la conquista del gobierno. Mientras que los socialistas, si bien hicieron presente su satisfacción por la llegada de la izquierda al gobierno en Chile, muestran algo de escepticismo respecto si Allende podría impulsar las transformaciones o lo dejarían, los sectores dominantes.

En el ámbito interno, los socialistas uruguayos, al igual que los chilenos, eran críticos de las posiciones reformistas y electoralistas de los comunistas. Aquello constituirá un impedimento, en los años sesenta, para poder conformar una alianza política. Sin embargo, los socialistas, igual participaban de las elecciones y de la democracia liberal.

Más allá de las tensiones que se produjeron entre socialistas y comunistas en el Uruguay de los sesenta. De las controversias internas al interior de las filas del Partido Socialista uruguayo, el triunfo de Salvador Allende en 1970, constituyó una pieza importante en pos de la unidad de la izquierda uruguaya.

En ese proceso, no cabe duda que el Partido Comunista fue relevante a partir de la conducción de Rodnay Arismendi. A lo anterior se sumó la situación interna del Uruguay con la deriva autoritaria que tomó el gobierno de Pacheco Areco a contar de 1967 y hasta 1971; así como la constitución en el Congreso de pactos y acuerdos políticos para hacer frente al autoritarismo y la represión del gobierno de Pacheco. Finalmente y no menor, fue el aporte de algunos dirigentes políticos que renunciaron a los partidos tradicionales (Colorados, por ejemplo) y se sumaron a la idea de la “unidad sin exclusión” con el objetivo de dar vida a una alianza de partidos y movimientos que fuera más allá de lo electoral; la cual fuera capaz de ofrecer una alternativa democrática y transformadora a una sociedad uruguaya inmersa, no solo en una crisis económica, sino también de un creciente autoritarismo.

Será en ese contexto, donde el triunfo de Salvador Allende y la coalición Unidad Popular en septiembre de 1970, sea visto no solo con beneplácito, sino también como un ejemplo esperanzador para aquella izquierda que, sin desconocer las particularidades de cada país, ve en la “vía chilena al socialismo”, una alternativa efectiva y concreta en la construcción del socialismo, diferente a la revolución cubana.

Hecho que finalmente se plasmó en febrero de 1971 con la formación del Frente Amplio uruguayo.

Bibliografía y fuentes:

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Fuentes:

Revistas

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El Oriental, año II, 16 de abril de 1971.

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El Popular, 4 de septiembre de 1970.

El Popular, 6 de septiembre de 1970.

El Popular, 12 de septiembre de 1970.

El Popular, 5 de octubre de 1970.


[1]         José del Pozo, Danny Monsálvez y Mario Valdés, “Scholarship on the Popular Unity in Chile since 2000. Are historians lagging behind?”, Radical Americas, 6, 2021, 1-31.

[2]         Danny Monsálvez y Maira Nascimento, “El intelectual durante la Unidad Popular: un análisis a través de las revistas Chile Hoy, La Quinta Rueda y Punto Final”, Cuadernos de Historia, 56, 2022, 39-63; Danny Monsálvez y Pedro Altamirano, “Intelectuales, ideas, revistas. Los largos años sesenta en la historiografía chilena reciente: una aproximación desde la historia intelectual”, Historia, 1 (55), 353–383; César Zamorano, “La revista Cormorán y su contribución al debate en torno a la cultura en la Unidad Popular”, Revista Izquierdas, 30, 2016, 215-235; Andrea Mulas, “Las relaciones político-jurídicas entre Lelio Basso y el Ceren en los años de gobierno de la Unidad Popular”, Revista Universum, 20-I, 2005, 80-87; Manuel Fernández, “Los intelectuales de izquierda y la construcción de un imaginario revolucionario para Chile y América Latina. La Revista Punto Final entre 1965-1973”, Tiempo Histórico, 2, 2011, 65-84; Mariano Zarowsky, “Reforma y revolución: la vía chilena al socialismo en la nueva izquierda intelectual argentina”, Revista Izquierdas, 29, 2016, 133-148 y Allende en la Argentina: intelectuales, prensa y edición entre lo local y lo global: 1970-1976, (Argentina: Tren en Movimiento, 2023); Laura Briceño, “Escritores intelectuales y la política cultural en el gobierno de Salvador Allende”, Revista Izquierdas, 49, 2020, 292-311; Daniela Durán, “Redes intelectuales y circulación de modelos de desarrollo: La cooperación técnica francesa en la reforma agraria chilena (1964-1973)”, Revista Historia Social y de las Mentalidades, 22 – I, 2019, 75-108; Eduardo Devés, “Los cientistas económicos sociales chilenos en los largos 60 y su inserción en las redes internacionales: la reunión del foro tercer mundo en Santiago en abril de 1973”, Revista Universum, 21, 2006, 138-167; Yvette Lozoya, Intelectuales & Revolución. Científicos sociales latinoamericanos en el MIR chileno (1965-1973), (Santiago: Ariadna ediciones, 2020); Pedro Altamirano, “Intelectuales del Cono Sur en Chile. Perfil de los cientistas sociales brasileños y argentinos radicados en la Universidad de Concepción (1967-1973)”, Revista Divergencia, 13, 2019, 29-49 y Paula Vidal, “Theotonio dos Santos en el Chile de la Unidad Popular”, Cuadernos de Historia, 39, 2013, 185-200.  

[3]         Claudio Pérez, “Hacia una historia de la izquierda chilena desde una perspectiva transnacional: La vía chilena al socialismo y los procesos políticos latinoamericanos, 1952-1970”, Revista Izquierdas, 48, noviembre, 2019, 22-43; Rolando Álvarez, “La izquierda latinoamericana en el siglo XX: los cruces nacionales y transnacionales en su historia”, Revista Historia Social y de las Mentalidades, volumen 26, número 2, 2022, 1-4; Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamericana, (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013) y Aldo Marchesi, Hacer la revolución. Guerrillas latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del Muro, (Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2019).

[4]         Florencia Peyru y Darina Martykánová, “Presentación. La historia transnacional”, Ayer, número 94, (2), 2014: 13-14.

[5]         Peyru y Martykánová, Opus cit.: 9.

[6]          Beatriz Sarlo, “Intelectuales y revistas: razones de una práctica”, America. Cahiers du CRICCAL, 1992: 9-16.

[7]         Horacio Tarcus, Seminario de postgrado. Las revistas políticas y culturales en la historia intelectual: abordajes metodológicos y análisis crítico. Centro de documentación e investigación de la cultura de izquierdas. 3 de septiembre, 2020.

[8]         Gerardo Caetano y Adolfo Garcé, “Ideas, política y nación en el Uruguay del siglo XX”, en: Oscar Terán, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008), 350.

[9]         Gerardo Caetano, Aldo Marchesi y Vania Markarian, Izquierdas, en: José Rilla y Jaime Yaffré, Partidos y movimientos políticos en Uruguay, (Montevideo: editorial planeta, 2021) 78.

[10]         Vania Markarian, El 68 uruguayo. El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat, (Montevideo, Estuario editora, 2022), 17.

[11]         Markarian, Opus cit., 22.

[12]         Al respecto, véase: Aldo Marchesi, Hacer la revolución. Guerrillas latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del Muro, (Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2019), 58-60 y Tristán Rey, “Hacer la revolución: debates en las izquierdas de los sesenta”, en: José Rilla y Jaime Yaffré, Partidos y movimientos políticos en Uruguay, (Montevideo: editorial planeta, 2021), capítulo 6, 213 a 220.

[13]         Caetano, Marchesi y Markarian, Opus cit., 91.

[14]         Ibídem., 92.

[15]         Eric Hobsbawm, Viva la revolución, (Buenos Aires: Crítica, 2018), 393.

[16]         Rafael Rojas, El árbol de las revoluciones. El poder y las ideas en América Latina, (Madrid: Turner, 2021), 223.

[17]         Jimena Alonso, “Uruguayos mirando Chile: el problema de la unidad de la izquierda y el acceso al poder por la vía electoral (1956-1971), (Tesis para optar por el título de Magíster en Historia y Memoria. FaHCE-UNLP. La Plata, 14 de diciembre de 2017).

[18]         Ibídem.

[19]         Ídem, 33.

[20]         Ídem., 38.

[21]         Ídem., 50, nota al pie de 44.

[22]         Jaime Yaffé, “La tradición socialdemócrata en la izquierda uruguaya”, en: Gerardo Caetano, Aldo Marchesi y Vania Markarian, Izquierdas. Partidos y movimientos políticos en Uruguay, (Montevideo: editorial planeta, 2021) 177.

[23]         Jimena Alonso, “El frentismo en la izquierda uruguaya”, en: Gerardo Caetano, Aldo Marchesi y Vania Markarian, Izquierdas. Partidos y movimientos políticos en Uruguay, (Montevideo: editorial planeta, 2021), 208.

[24]         Estudios, número 57, diciembre de 1970, 2 a 7.

[25]         El Oriental, año II, 16 de abril de 1971, 16.

[26]         El Popular, martes 1 de septiembre de 1970, 8.

[27]         El Popular, viernes 4 de septiembre de 1970, portada.

[28]         El Popular, domingo 6 de septiembre de 1970, 5.

[29]         El Popular, sábado 12 de septiembre de 1970, 3.

[30]         Ibídem.

[31]         Jimena Alonso, “Uruguayos mirando Chile: el problema de la unidad de la izquierda y el acceso al poder por la vía electoral (1956-1971), (Tesis para optar por el título de Magíster en Historia y Memoria. FaHCE-UNLP. La Plata, 14 de diciembre de 2017), 200.

[32]         El Popular, 5 de octubre de 1970, en: Alonso, Opus cit., 200.

[33]         Alonso, Opus cit., 201.

[34]         Al respecto, véase: Marco Morra, Eugenia Palieraki y Rafael Pedemonte, “La  Unidad  Popular  chilena  (1970-1973):  balance  historiográfico  y  nuevas  perspectivas  trasnacionales”,  Historia Crítica, número 90, 2023, 3-28.