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Artículos

Pescadores prehispánicos de la costa de Arica: sobre el modo de vida a través  de los restos materiales

Pre-Hispanic fishermen from the coast of Arica: about the way of life through material remains

Iván Muñoz Ovalle

Universidad de Tarapacá

imunoz@uta.cl 

https://orcid.org/0009-0009-6852-1068 

Recibido el 8 de marzo del 2024     Aceptado el 29 de abril del 2024

Páginas 265-290

Financiamiento: Resultado del proyecto ANID, FONDECYT Regular, Folio 1211064.

Conflictos de interés: El autor declara no presentar conflicto de interés.

Resumen

Las fuentes arqueológicas señalan que en la costa de Arica, entre el 1000 d.C. al 1500 d.C., vivían grupos de pescadores dedicados a las actividades extractivas en el mar y a la explotación de los recursos agrícolas, lo que les permitió una complementariedad económica básica de subsistencia. Las poblaciones costeras fueron parte importante de la historia regional prehispánica durante los últimos  500 años antes de la llegada del europeo, pues vivieron un intenso  proceso de interacción con grupos serranos de la precordillera de Arica y los reinos aymaras del altiplano, entre ellos, Lupacas, Carangas, Pacajes, antes y durante la llegada del Tawantinsuyu.

El estudio se desarrolló en la costa sur de Arica, en asentamientos humanos correspondientes al periodo prehispánico tardío,  donde se generaron actividades domésticas y ceremoniales. Esta información arqueológica, a su vez, se complementa  con antecedentes etnohistóricos obtenidos del registro bibliográfico correspondiente a los siglos XVI y XVII.

Palabras claves: Pescadores prehispánicos, asentamientos, espacio costero.

Abstract

Archaeological sources show that in the coast of Arica, between 1000 AC to 1500 AC, lived groups of fishermen dedicated to extraction activities in the sea and to the exploitation of agricultural resources. This allowed an economic complementarity of resources. The coastal populations were an essential part of pre-Hispanic regional history, who during 450 years approximately, lived an interaction process with groups from the foothills of Arica and the Aymara kingdom of Highlands, among them, Lupacas, Carangas and Pacajes, before the arrival of Tawantinsuyu.

The study was developed on the southern coast of Arica, in human settlements corresponding to the late pre-Hispanic period, where domestic and ceremonial activities were generated. This archaeological information, in turn, is complemented with ethnohistorical background obtained from the bibliographic record corresponding to the 16th and 17th centuries.

Keywords: Pre-Hispanic fishermen, settlements, coastal space.

Población, asentamientos y estrategias de subsistencia

La presencia de comunidades Camanchacas cultivando maíz a fines del siglo XVI en la laguna de Ocurica del valle Azapa (Hidalgo, 2003), constituye una información interesante para analizar la interrogante sobre: ¿Quiénes fueron estas poblaciones y cómo se vincularon con los grupos que explotaron el mar y la tierra en la costa de Arica y desembocadura de valles en el pasado prehispánico? Según Hidalgo (2003), al momento del contacto en el área de los valles occidentales existía una gran variedad de casos donde la tradición local costera no tuvo una marcada diferencia entre pescadores y agricultores, como en un momento lo planteó Cúneo-Vidal (1977) o Rostworowski (1986), esta última al señalar que el espacio Colesuyo era habitado por agricultores denominados “coles” y pescadores llamados Camanchacas o Cavanchas. Ahora bien, mirado de esta manera, los restos arqueológicos dejados por las poblaciones prehispánicas tardías en la costa de Arica claramente reflejan la explotación de una variedad de recursos provenientes del mar y del valle a través de la pesca, caza y recolección marina y la recolección y cultivos de plantas (Muñoz y Choque, 2013). Esta información se ve reforzada por la presencia de instrumentos para la explotación del mar y el trabajo agrícola, lo cual permite plantear que dichas poblaciones fueron gente especializada, las que en la definición de Lewis (1996) habrían sido de carácter independiente, representados por la población de pescadores logrando que la producción satisficiera las necesidades básicas del grupo, alcanzando además una producción de excedentes que los habría conducido al intercambio (Flad y Hruby, 2007). Este tipo de especialización debió ser el componente básico sobre el cual los pescadores obtenían los recursos marinos, complementados por la producción agrícola proveniente de los valles de Lluta y Azapa, principalmente. 

Desde el punto de vista del patrón de asentamiento, observamos un modelo propio de tradición local, así por ejemplo, los recintos habitacionales como la forma de entierro, ofreciendo una similitud estrecha con aquellos usados en periodos anteriores, llámese período Formativo. Los tipos de recintos habitacionales así como la construcción de tumbas, sumada a la ubicación, posición y orientación del cadáver, corresponden a un patrón tradicional de enterramiento establecido en los valles costeros a comienzo de la era cristiana (300 d.C). Además, se hallan estrechamente ligados a hitos geográficos referenciales como fueron los cerros y vertientes, los que habrían alcanzado connotación de lugares ceremoniales. Suponemos que estos espacios simbólicos fueron el punto central sobre el cual se organizó y levantó el asentamiento humano, constituyéndose por lo tanto, en lugares con identidad, relacionado al culto de los ancestros.

En relación con las estrategias de subsistencia, la explotación del mar por parte de los pescadores prehispánicos fue la base de sustentación alimentaria desde los 7000 a.C., actividad que habría sido complementada con los recursos de caza y recolección terrestre. Esta prolongada adaptación a la vida marina permitió alcanzar desde muy temprano un conocimiento tecnológico especializado tal como fueron la elaboración de anzuelos construidos con espinas de cactáceas, concha,  hueso y posteriormente de cobre, además de la confección de arpones, con barbas trabajadas en hueso. Se suma a estas tecnologías la presencia de balsas construidas en fibra vegetal y madera, lo cual les permitió un radio de acción  mayor para la captura de peces.

Antecedentes arqueológicos prehispánicos

Diversos estudios arqueológicos evidencian la presencia de asentamientos de pescadores en la desembocadura del río Lluta; entre ellos, los cementerios Chacalluta 1, 2 y 5 registrados por Espoueys (1973), quien los vincula con la Cultura Arica, en sus fases San Miguel (1000-1200 d.C.) y Gentilar (1300 d.C), Periodo Intermedio Tardío (PIT). Otros cementerios, cuyas fosas en algunos casos presentan revestimiento de cantos rodados, fueron ubicados en el interior de dicho valle, y corresponden a Huaylacan, Las Palmas, Rosario y Bocanegra, a los cuales Valenzuela et al, (2004) los vincula a los Períodos Intermedio Tardío y Tardío (PIT y PT).  Para el caso del valle de Azapa, Dauelsberg (1960), Focacci (1990), entre otros, señalan que los sectores más conocidos con ocupación humana relacionada con períodos precolombinos tardío corresponden a la quebrada del Diablo, donde se han registrado una serie de asentamientos funerarios. Otros sectores de este valle donde se han hallado restos de ocupaciones prehispánicas, lo constituyen las áreas donde actualmente se emplazan los poblados de San Miguel de Azapa, San Lorenzo, Las Maytas, Alto Ramírez, Cerro Sombrero y Cerro Chuño, ubicados en la banda sur y norte de dicho valle. Por su parte, en la desembocadura del río San José y sus alrededores, se han registrado una serie de ocupaciones humanas vinculadas a los períodos Intermedio Tardío y Tardío (1000 al 1600 d.C.). Entre ellos, los sectores de la Maestranza Chinchorro, Plaza Colón, Faldeos del Morro de Arica e Isla del Alacrán (Chacón e Hidalgo, 1983; Romero y Ajata, 2014; Romero, 2016; Briseño, 2021); donde fueron hallados restos de osamentas humanas, fragmentos de cerámica decorada y no decorada, fragmentos de textiles y residuos de economía marítima. Sin embargo, hasta el momento las mayores evidencias arqueológicas se hallan en la costa sur de la ciudad de Arica y corresponden a Playa Miller (Skottsberg, 1924; Chacón, 1969; Focacci, 1982; Horta, 2010; Carrasco, 2023), Playa Los Gringos (Bird, 1943; Mostny, 1944), Quebrada Quiani y La Capilla (Bird, 1943; Muñoz, 1982).

En relación con los patrones de asentamientos estudiados, para el valle de Lluta, Romero et al. (2000), Valenzuela et al. (2004) y Santoro et al. (2009), señalan la construcción de tres tipos de asentamientos que se caracterizarían por: a) Poblados edificados en base a recintos de totora de planificación simple, construidos en el sector bajo de la desembocadura; b) Poblados, cuyos recintos fueron construidos con muros de caña, emplazados en laderas de escasa pendiente, con un nivel de organización espacial más complejo que los del tipo a. Los recintos son de forma rectangular y en su interior hay restos de postes de madera, usados como soportes de techumbre; c) Poblados construidos con recintos pircados, erigidos exclusivamente en el sector de Chaupiyunga durante el periodo Intermedio Tardío y Tardío (Méndez-Quirós, 2015:23-40). Algunos sitios corresponden al poblado de Millune, Sora Sur, Vinto 4 y Vinto 1 y 2; se emplazan en terrazas altas de suave pendiente, mostrando una compleja organización espacial. Las viviendas son de forma elíptica y semicircular, socavadas y con divisiones internas, construidos con muros de piedras sin argamasa; con 1 a 2 hiladas de piedra. En algunos casos presenta un área de almacenamiento comunitario.

Para el sector bajo del valle de Azapa, las investigaciones se han centrado en tres asentamientos vinculados con el periodo Intermedio Tardío: a) La aldea de Cerro Sombrero (Az-28), cuyos recintos se construyeron a partir de una base de cimientos (Muñoz, et al., 2012); b) La aldea Az-29, que presenta recintos de caña con muros divisorios en su interior (Muñoz y Gordillo, 2016); c) Finalmente, en el sector medio del valle se halla el poblado de San Lorenzo, el que fue construido sobre un espolón rocoso. Su construcción habría sido gracias a un elaborado sistema de aterrazamiento, lo cual permitió construir su vivienda sobre un plano horizontal (Muñoz y Focacci, 1985; Muñoz y Peña 2018). En el entorno de estos asentamientos observamos una fuerte presencia de trazados viales junto a geoglifos, muchos de ellos plasmando la figura de caravanas de camélidos que tuvieron como destino final las desembocaduras de los ríos San José y Lluta.

Asentamientos prehispánicos en la costa sur de Arica: Análisis y Discusión de los materiales

Para el análisis de los materiales se registraron las ofrendas y restos de utensilios domésticos hallados en los cementerios prehispánicos Playa Miller PLM 4, 6 y 9 (Figura 1 a la 8) y en el sitio habitacional La Capilla 4 (Figura 9). Dichos materiales fueron la base sobre la cual se generó la información para discutir a) cómo vivían estas poblaciones de pescadores, b) cómo se alimentaban y, c) cuáles fueron sus tecnologías usadas para la explotación del mar.


Figura 1.  Localización de los sitios arqueológicos Playa Miller (PLM) y la Capilla, costa sur de Arica.

Nota. Elaboración José Raúl Rocha.


Figura 2.  Bolsa tejida en fibra vegetal PLM-9. Tumba 38.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.


Figura 3.  Canasto confeccionado en fibra vegetal PLM-9. Tumba 29.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.


Figura 4.  Pieza confeccionada en cobre, cementerio PLM-9. Tumba 38.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.

Figura 5.  Cerámica estilos San Miguel y Gentilar, cementerio PLM-4.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.

Figura 6.  Balsa de madera, cementerio PLM-4.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.

Figura 7.   Piezas confeccionadas en hierro, halladas en el cementerio PLM-4. Tumba 136.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.


Figura 8.  Fragmento de cuero de lobo marino, zurcido en un extremo. Cementerio PLM-6.

Nota. Colección fotográfica, Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapacá.


Figura 9. Depósito, conchal. La Capilla 4, perfil estratigráfico.

Nota. Elaboración José Raúl Rocha.

Los lugares donde vivieron las poblaciones de La Capilla 4 estuvieron constituidos por campamentos de construcción simple, sus moradas eran en base a una estructura formada por huesos de cetáceos o maderos y una cubierta de pieles de lobos marinos. Este tipo de choza se mantuvo siglos después de la llegada del europeo, así se desprende de las observaciones realizadas por Vásquez de Espinosa (1948 [1636]), quien señala que los pescadores colocaban al interior de sus moradas algas secas o pieles de mamíferos marinos donde descansaban.

Estos pescadores si bien vivían y se desplazaban por el litoral también lo hicieron hacia los valles costeros, específicamente hacia las zonas de humedales y vertientes donde recolectaron camarones, lizas, plantas silvestres, además de cultivar productos como: maíz, camotes, ají y calabazas. Esta movilidad hacia los valles permitió realizar intercambios con las poblaciones vallunas y probablemente con colonos altiplánicos asentados en los valles de Azapa y Lluta.

En las capas de basuras que conformaban el conchal la Capilla 4 así como en las ofrendas halladas en las tumbas de Playa Miller, se hallaron una variedad de productos agrícolas tales como: maíz, calabazas, camotes, porotos. Estos hallazgos económicos sustentarían la hipótesis que tanto la costa como los valles habrían constituido un espacio fundamental en la configuración territorial y ocupación humana de los pescadores. Al igual como lo señala Souvatzi (2008) y Tringham (2001), para otras áreas culturales como la Grecia Neolítica, constituirían los espacios nucleares donde los pescadores construyeron sus hogares. Por otro lado, el hallazgo de tecnologías para la explotación del mar y el trabajo agrícola, siguiendo los planteamientos de Lewis (1996), y Flad y Hruby (2007), permiten plantear que dichas poblaciones fueron gente especializada, que satisfacía las necesidades básicas y les permitió alcanzar una producción de excedentes, con lo cual establecieron un intercambio con otros grupos costeros o de valles correspondientes a la región centro sur andina.

La especialización marítima y agrícola, según Gumerman (1994), debió ser el componente básico sobre el cual los pescadores obtenían los recursos costeros complementados por la producción agrícola obtenida de los valles. Un ejemplo de esta especialización lo devela Pedro Pizarro (1978), quien menciona que el cacique Pola, le confió que los indios de Ylo suelen cazar lobos, en los días de lluvias en el mar. El registro de varios tipos de instrumentos tales como: anzuelos, pesas, lienzas, canastos y capachos de fibra vegetal, puntas de arpón depositadas en las tumbas como ofrendas, implica la existencia de una tecnología especializada por parte de los pescadores, lo cual hace repensar el valor social de los productos y la práctica de producción.  (Torrense, 1989).

Respecto a su funcionalidad, estos presentan una larga vigencia temporal, siendo la solución a las necesidades prácticas y cotidianas, tal como lo señalan Elías (2008) y Nash (2009). Tanto en la costa de Arica como en la desembocadura de Camarones, estos artefactos perduraron por miles de años (Schiappacasse y Niemeyer, 1989; Muñoz y Choque, 2013).

La tecnología orientada a las actividades extractivas, como es el caso de las balsas, estas eran elaboradas de cueros de lobo marino, fibra vegetal y madera; según Vivar 1979 [1558] se utilizaban para desplazarse por el borde costero. Las balsas de madera y troncos unidos con soguillas (Del Busto, 2006), halladas en los sitios PLM-3, 4, 6 y 9, fueron piezas que frecuentemente formaron parte de las ofrendas funerarias a escala. Sin embargo, no está claro si estas diferenciaciones tecnológicas – madera o fibra vegetal – eran de origen económico o étnico entre los pescadores de la costa. En relación con lo mismo, Herrera (1997), ha propuesto que este último tipo de balsas – madera – por sus dimensiones se emplearon para los viajes de larga travesía por ser más resistentes y aptas para la navegación, hecho que fue revelado por Cieza de León (2005 [1553]), quien dice que los indios de Tarapacá ocuparon sus balsas para transportar el estiércol de las aves, que cambiaban por maíz. El análisis de los materiales de las poblaciones la Capilla 4, Pl. Miller 9, 4 y 6, revela una fuerte interacción social que habrían tenido dichos pescadores con los agricultores de los valles de Lluta y Azapa, lo que habría generado una permanente relación en el contexto de la complementariedad e intercambio económico; esto los llevó a constituir un espacio de poblamiento multiétnico. Por otro lado, como lo señala Álvarez (1991), las poblaciones locales influenciadas por los incas habrían desarrollado mecanismos en torno a percibir el uso diferenciado del espacio económico, es así como en las aguas saladas del valle de Lluta se habría cultivado preferentemente maíz, en cambio en las aguas dulces del valle de Azapa la preferencia de cultivos estuvo en las hortalizas y frutales.  Esta percepción del uso diferenciado del espacio tuvo una connotación política social, en el sentido que, el Tawantinsuyo habría construido algunos centros administrativos para controlar la producción; uno de ellos habría sido el asentamiento de Mollepampa en el valle de Lluta (Santoro, 1995) y la aldea AZ -15 en el valle de Azapa (Muñoz, 2016).

En cuanto a la cuenca del río San José, valle de Azapa, los estudios arqueológicos han registrado varios asentamientos precolombinos tardíos; desde el sector del Livilcar hacia la costa encontramos el poblado de Pubrisa, Humagata, Chamarcusiña, Quebrada del Diablo, San Miguel (Az- 8, 9 y 10), Alto Ramírez (Az-15), Cerro Sombrero (Az 28 y Az- 29) hasta desembocar en la costa.  Desde el punto de vista geográfico, la cuenca del río San José se conecta directamente con su cabecera, donde se halla una extensa área agrícola, junto al poblado de Belén, constituyéndose en un rebalse que desemboca en el océano Pacífico, esta situación permitió una constante movilidad de poblaciones precordilleranas  y costeras, cuyos testimonios están dados por los numerosos senderos que cruzan este territorio y el arte rupestre, cuyas figuras diseñadas en los cerros, se asocian al tráfico caravanero.

Ahora bien, en cuanto a distancia y altura, los senderos que conectaron la costa con los valles y quebradas precordilleranas alcanzaron los 130 km aproximadamente y niveles de altura sobre los 2.800 msnm, lo cual hizo que el tráfico caravanero cubriera el extenso desierto costero. Al igual que las tierras bajas del Pacífico, en las cabeceras de los valles cordilleranos se construyeron caminos hacia otras direcciones, lo que les permitió conectarse con poblados del área Circumtiticaca y altiplano sur andino fortaleciendo y ampliando los lazos económicos con los pastores aymaras entre ellos: Carangas, Pacajes, Lupacas (Espinoza, 2015; Muñoz y Briones, 1998).

De los párrafos anteriormente discutidos, podemos señalar que el escenario que presentaba la costa de Arica los últimos cinco siglos antes de la llegada del europeo, estableció un vínculo entre los   agricultores de los valles precordilleranos con poblaciones  de los valles bajos y costa del Pacífico, el que se habría dado a través de transacciones comerciales como el intercambio de productos, establecimientos de familias como consecuencia de relaciones de parentesco, entre otras; incluso este tipo de relaciones socioeconómicas es posible que se haya dado con gente asentada a largas distancias  como lo demuestran los antecedentes que proporciona Cúneo Vidal (1977) al señalar que poblaciones de Caplina y Azapa estaban relacionadas a los cacicazgos de Chucuito. Ahora bien, con respecto a estas relaciones a larga distancia, es posible que se hayan generado antes de los incas así, por ejemplo, el hallazgo de bienes y materiales de origen selvático como monos, plumas de aves tropicales, trozos de madera de chonta y semillas de mucuna elliptica ayudan a comprender la persistencia de estas lógicas de desplazamiento.

Conclusiones

Durante el periodo Intermedio Tardío y Tardío las poblaciones asentadas en la costa de Arica habrían sido parte de cacicazgos, quienes tenían el dominio territorial del mar y tierras agrícolas.  Ahora bien, la existencia de estos cacicazgos locales habría permitido que se estableciera un tráfico caravanero que integró los distintos espacios ecológicos de los valles de Arica, permitiendo el acceso a bienes y productos, en muchos casos de carácter ritual, de los valles de la vertiente occidental andina. Esta interacción sociocultural se habría generado a través de redes viales que fueron trazadas antes de la llegada de los incas, registrándose un número importante de poblados y aldeas construidas en laderas y cimas de cerros en los valles y cerros del litoral.

En el caso de las poblaciones asentadas en el litoral de Arica y valles interiores de Azapa y Lluta, todo indica que estas comunidades centraron sus esfuerzos en la explotación de las actividades del mar y de la agricultura; en ambas actividades requirieron del uso de una tecnología capaz de entregar una producción permanente a la población. Así, por ejemplo, los anzuelos y poteras de metales contribuyeron a la captura de peces, obteniendo una mayor producción; la utilización del capacho les habría facilitado tener una mayor capacidad para trasladar productos, ya sea de la costa como de distintos lugares del valle. Asimismo, la construcción de balsas de madera les habría permitido el acceso a espacios productivos de difícil acceso, obteniendo una diversidad de productos marinos que pudieron intercambiar por maíz, porotos, calabazas, mandioca y camote, entre otros. Más tarde, integrarían los productos derivados de la ganadería camélida a su forma de vida. En este contexto, los asentamientos de aldeanos estuvieron organizados y emplazados en zonas contiguas a terrazas, cercano a los recursos de agua. En el caso de las poblaciones de La Capilla 4, su actividad principal estuvo dada por faenas pesqueras, teniendo como sector de residencia pequeños espacios de cárcavas donde reacomodaron sus moradas. Esta forma de construir en la pendiente de los cerros que caen al mar nos recuerda el estilo de asentamiento de los antiguos pescadores Chinchorro (3000 a.C) dedicados a las faenas de pesca, caza y recolección marina. Los restos arqueológicos hallados en la costa de Arica, sector de playa Miller, sugieren que estas poblaciones de pescadores formaron parte del legado de la Cultura Arica. Las evidencias de una larga vigencia cultural y temporal se manifiestan en la continuidad de los estilos y patrones culturales, que recuerdan los modos de vida durante los periodos PIT y PT en el territorio costero. Así, por ejemplo, las poblaciones que confeccionaron las cerámicas estilos Maitas-San Miguel y Pocoma, correspondieron a una unidad cultural que se enterró en un mismo espacio, ocupando además los mismos lugares – terrazas fluviales – donde vivieron. Visto de esta manera, es posible que estas poblaciones hayan formado parte de una misma organización sociopolítica lo que habría incidido en la ocupación de los mismos lugares de asentamientos y de explotación de recursos.

Para la época de los Desarrollos Regionales o Cultura Arica, los antecedentes estudiados de la costa del sur del Perú y norte de Chile sustentan la hipótesis de un largo proceso de interacciones socioculturales entre pescadores y agricultores en los valles cálidos de la vertiente del Pacifico, incorporando con ello, tecnologías, cultura e ideologías, lo cual es un indicador de logros regionales. El fuerte de la economía estuvo dado por la explotación del mar, apoyada por la agricultura de cereales (maíz y quinoa), leguminosas (porotos, pallares), tubérculos (camote, mandioca), cucurbitáceas (calabazas, zapallos), herbáceas (ají), etc. Esta dualidad de recursos económicos a su vez fue complementada por la ganadería de camélidos, la caza de aves y la recolección de plantas tanto marinas como terrestres.

En esta época de los Desarrollos Regionales, se observa la presencia de una población altiplánica coexistiendo en la costa, la que gradualmente se fue posesionando de tierras, alcanzando un mayor control durante la influencia inca, donde al parecer habrían impuesto a la población local ciertos patrones formales en cuanto al estilo, lo que hizo que desapareciera su rica iconografía en las piezas textiles; esto sugiere la idea acerca de que dichos tejidos debieron de haber constituido una especie de emblemas étnicos donde habían plasmado su identidad. La pérdida de su riqueza decorativa en los textiles, siendo reemplazada por franjas verticales de color café, explicaría la ausencia de los íconos emblemáticos y representativos de la identidad de las poblaciones Cultura Arica. Una situación similar habría ocurrido con la alfarería, la que perdió su belleza plástica e iconográfica, siendo reemplazada por formas de escudillas y aríbalos, muchos de las cuales, no presentan decoración.

La influencia incaica no estuvo marcada por elementos significativos de tradición cusqueña, sino más bien por estilos Circunlacustre, proveniente del lago Titicaca, así se desprenden de los hallazgos de cerámicas estilo Chilpe y Saxamar. Con el Inca se dio una mayor explotación de los recursos agrícolas y marítimos, un mayor auge de las tecnologías alfareras y metalúrgicas, en especial de cobre, generando un mayor crecimiento poblacional que centró sus esfuerzos en el mantenimiento de una producción y tecnologías para la sustentación del estado Inca. Este es el escenario social que se proyecta en la desembocadura de los ríos San José y Lluta a la llegada de la influencia hispana, cuyos primeros registros cronológicos para la costa de Arica y Camarones se sitúan entre el 1560 y 1580 d.C.

Los antecedentes de orden arquitectónico, artesanal, funerario y económico contribuyen a establecer la existencia de una hegemonía cultural local o costera, que, junto con lograr una técnica y expresión de identidad local, generó una ideología común que condujo a la formación de una estructura política a nivel de unidades territoriales, las que estuvieron dirigidas por caciques que controlaron diversos espacios ecológicos y valles longitudinales (Muñoz y Briones, 1998). Al respecto, Muñoz (2016) y Saintenoy et al. (2017) consideran que el poblamiento prehispánico tardío en la precordillera de Arica posee homogeneidad en términos arquitectónicos y diversidad en cuanto a la cultura material existente. Por tanto, caben las siguientes preguntas: ¿Hubo continuidad entre las poblaciones de la Cultura Arica y los pescadores denominados Camanchacas a partir de la llegada del europeo? ¿Cómo se expresó la forma de vida de las poblaciones Camanchacas vinculadas a las economías agrícolas y marítimas en el espacio costero? 

A llegada de la influencia europea, los antecedentes arqueológicos y etnohistóricos señalan que el territorio de la Cultura Arica habría sido un espacio multiétnico, compartido por distintas etnias como Camanchacas, Coles y mitimaes altiplánicos, sean estos urus, pastores aymaras o puquinas. Estos grupos junto con explotar los valles costeros y serranos, también lo hicieron con los recursos marítimos.

La existencia y cohabitación de pescadores de origen costero y altiplánico en Arica, también se encuentra registrada en diversos documentos tempranos que fueron estudiados por Hidalgo y Focacci (1986), y Rostworowski (1986), por tanto, ¿cuáles son las diferencias culturales y sociales entre los pescadores urus altiplánicos y los camanchacas? Rómulo Cúneo-Vidal (1977), realizó una temprana vinculación hipotética entre camanchacas y urus, siendo los primeros una ramificación de los pescadores altiplánicos. Sin embargo, es necesario abordar las características de estas sociedades, que, si bien comparten prácticas productivas, poseen diferenciaciones de índole cultural, política e ideológica.

Hidalgo y Focacci (1986) ofrecen un antecedente adicional e importante para la compleja realidad étnica de Arica durante los primeros decenios de la llegada del europeo, ellos sugieren que la encomienda de Lope de Mendieta tuvo indios pescadores en la costa, que estaban sujetos a los señores carangas, así los urus altiplánicos trasplantados al litoral co-habitaban la zona con los camanchacas. Igualmente, dichos datos informan que los pescadores no solo estuvieron involucrados con actividades productivas ligadas al mar, sino también a ríos, humedales y valles del territorio. Por ende, la presencia de 10 agricultores camanchacas en dos estancias de Azapa del principal Lalio (Trelles, 1992); la localización de don Diego Copaquira como señor de los urus de Guanta en Lluta y; de don Pedro Chaco, como cacique de los camanchacas en Arica en 1572, no es extraña ni excepcional, porque todos los pueblos de pescadores tienen parte de sus parcialidades dedicadas a la agricultura o pesca en el siglo XVI, tal como se aprecia en los datos arqueológicos del periodo Intermedio Tardío y Tardío, y como lo hemos registrado en los cementerios de Playa Miller y los campamentos del sector de La Capilla. 

Para los pescadores de la costa de Arica, la forma de enterrar a sus muertos no desapareció con la presencia europea, información que a su vez se ve corroborada desde muy temprano por documentos escritos señalando que los cuerpos eran depositados en fardos, en posición sentados o acostados. Al respecto, Pedro Cieza de León en el siglo XVI, señala que dicho patrón de entierro se manifiesta en muchos valles llanos y sierras, donde los indios poseen espacios delimitados para los difuntos y sus linajes, siendo común también, que cada cierto tiempo se renuevan las comidas, ofrendas y ropajes de los muertos. El hallazgo de piezas y prendas encontradas en el cementerio PLM 4 y 6, de origen hispano-colonial, sugiere que si bien las prácticas mortuorias mantuvieron la tradición prehispánica, hay una intención por ir cambiando las costumbres de enterrar a los muertos, así como de removerlos periódicamente, donde se les depositaban ofrendas y alimentos.

Un análisis de los patrones de asentamientos y tecnologías muestran una cultura prehispánica de pescadores, que se mantuvo vigente hasta mediados del siglo XVII, la que fue incorporando gradualmente tecnologías a su acervo cultural entre ellos el uso del hierro, vidrio y el torno para la elaboración de cerámica, material que ha sido hallado en los entierros y moradas.

Comentarios finales

Los restos arqueológicos estudiados, corresponden a contextos que formaron parte del legado de la Cultura Arica; en ellos se reflejan ideologías y patrones culturales, que se expresaron en la vida ceremonial como doméstica de los pescadores de la costa sur de Arica durante los Períodos Intermedio Tardío y Tardío. Si bien, hay registros de poblaciones vinculadas con el altiplano sur andino, el grueso de la información corresponde a una tradición local como consecuencia de las interacciones socioculturales que se dieron entre pescadores y agricultores de los valles cálidos de la vertiente del Pacífico, incorporando en su desarrollo cultural una serie de tecnologías que tuvieron una larga tradición cultural en la explotación de los recursos costeros.

Las basuras halladas en los estratos del sitio La Capilla 4, así como las ofrendas encontradas en los entierros de los cementerios de Playa Miller, son claros testimonios de que la economía de estos pescadores se basó en los recursos marítimos. Sin embargo, la producción agrícola jugó un rol importante en la alimentación de estas poblaciones, sumado a los recursos obtenidos a través de la caza terrestre.

Los logros alcanzados por las poblaciones costeras en el desarrollo de conocimiento y tecnologías especializadas para el medio marino y entorno costero, les permitió conservar una hegemonía productiva, que fue muy necesaria para dialogar con las sociedades agrícolas locales y foráneas, para conservar así un espacio de mediación o taypi cultural, social y económico en tiempos de convivencia social, especialmente cuando tuvieron que relacionarse con los reinos altiplánicos, el inca y posteriormente con la influencia europea a partir del siglo XV.

Agradecimientos

Se agradece a ANID, proyecto FONDECYT regular N°1211064, que permitió problematizar el estudio del modo de vida de los pescadores de la costa de Arica antes de la llegada del europeo a través de la cultura material. También agradecer la colaboración en la confección del material fotográfico al Sr. José Raúl Rocha y la edición de este artículo gracias a Andrea Chamorro e Isabella Escalante.

Referencias citadas

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Bird, Junius. 1943. Excavation in Northern Chile. Vol. XXXVIII (IV) de Anthropological Papers of the American Museum of  Natural History. New York: The American Museum of  Natural History. https://bit.ly/3WqBfAm 

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