Artículos
Una travesía por Europa del siglo XIX: el patrimonio cultural de algunas ciudades europeas y el servicio ofrecido al turista, según un viajero latinoamericano
A journey in 19th-century Europe: the cultural heritage of some European cities and the service offered to the tourist, according to a Latin American traveler
Paula Ermila Rivasplata Varillas
Universidad Mayor de San Marcos, Perú
privasplatav@unmsm.edu.pe
https://orcid.org/0000-0001-7036-6436
Recibido el 15 de junio del 2024 Aceptado el 22 de julio del 2024
Páginas 440-463
Financiamiento: La investigación fue autofinanciada por la autora.
Conflictos de interés: La autora declara no presentar conflicto de interés.
INTRODUCCIÓN
Este articulo trata de conocer cómo eran los viajes europeos a mediados del siglo XIX, utilizando como guía a un viajero peruano intelectual, Pedro Paz Soldán y Unanue quien escribió sus experiencias de viaje. El recorrido que realizó por Europa fue el denominado Gran Tour que era un viaje bastante popular entre la élite y clase media alta Europea y americana y correspondería al cierre de un ciclo de vida que daría inicio a la adultez. El tiempo de realización del viaje recayó en una época bastante boyante en cuanto medios de trasportes, enmarcados en la Revolución industrial, como barcos de vapor y ferrocarriles.
Si bien los viajes se hicieron cada vez más populares, económicos y fáciles de realizar, facilitados por el desarrollo tecnológico, a medida que avanzaba el siglo XIX. No fue así en los albores de la historia hasta la Edad Media, pues significaba un gran esfuerzo físico para realizarlos y estaba ligado a la guerra y conquista, al comercio, a la diplomacia, a la religión (las cruzadas y las peregrinaciones religiosas), a causas específicas y puntuales y, en menor medida, el objetivo era la curiosidad.[1] Esto no quiere decir que la sociedad antigua y medieval no se movilizara. Claro que sí, pero, generalmente, en pequeños tramos locales o regionales, que realizaban los itinerantes, como escolares, frailes mendicantes, mendigos, buhoneros, hampones, juglares, curanderos, entre otros.
Los primeros sitios de visitas intercontinentales fueron los lugares santos, tal como nos indica la peregrina Egeria o Etheria en el siglo IV o el peregrino de Piecenza en el siglo VI.[2] El punto central de peregrinación era Jerusalén, seguido de Roma y Santiago de Compostela. Los preparativos podían ser planificados, pues el recorrido duraba de meses a años.[3] El camino tendría lugares donde alojarse, desde fondas a caravasares, preparados para recibir a los viajeros. Una consecuencia de estos viajes fue una gruesa producción intelectual que paulatinamente fue haciéndose más personal e intimista, es decir, el viajero aparcaba un poco las descripciones del viaje para predominar sus propias experiencias.[4]
Otro motivo de viaje fue la curiosidad intelectual presente desde la Antigüedad entre los viajeros con Heródoto a la cabeza que buscaron ser testigos de lo que afirmaban, tal cual lo hacia Estrabón o Plutarco.[5] Después de la etapa medieval se abrió una nueva de clara inquietud intelectual en el siglo XV, época denominada Renacimiento. Un claro ejemplo de aquello lo encontramos en Pedro Tafur, que escribió Tratado de las Andanzas e viajes (1436-1439), en el que describió un viaje que, habiendo tenido un trasfondo comercial, logró captar percepciones de la realidad con bastante soltura, abriendo una nueva visión, frente a la literatura de viajes fantásticos tan en boga en aquel momento, como El libro de las maravillas del mundo (1356) de Jehan de Mandeville y El viaje de San Brandan (siglo XII) de Benedity, tenidos como referentes por algunos, entre ellos, Cristóbal Colón.[6]
La cuna del Renacimiento Europeo, Italia, comenzó a ser visitada con asiduidad, no solo por comerciantes, peregrinos y diplomáticos sino por personas que querían admirar su belleza urbanística, monumental inmueble, sus manifestaciones artísticas muebles y sus variopintos escenarios. Tenemos el caso de Michel Eyquem de Montaigne, con su Diario de viaje a Italia (1580) en donde enfatiza la necesidad de viajar para experimentar por uno mismo las múltiples realidades observadas para sacar sus propias conclusiones.[7] De esta manera, van apareciendo en la literatura de viajes más experiencias motivadas por placer, estimulo, terapia y satisfacción intelectual.[8] Así, tenemos las memorias de viajes como las de Henry Swinburne, Spain, Naples y the Two Sicilies, Londres, 1783 y T.P. Pictet-Mallet, Voyage pour l’Espagne dans l’anne 1786-1787, Londres, 1770.[9]
En los siglos XVI y XVII, el itinerario de los viajes de formación denominados Grand Tour comprendería zonas donde se desarrolló la cultura clásica, Italia, Grecia y, también, en cortes de casas nobiliarias donde aprender a desenvolverse con propiedad. Una ruta bastante seguida era la de Dover, Canal de la Mancha, Calais, Reims, Bezanson, Ginebra (donde se solía hacer montañismo), Lyon, Aviñón, Niza, Génova, Florencia (donde empezaba el periodo de aprendizaje cultural, viendo las obras de arte renacentistas en la propia calle o en estudios de arte como la afamada Galería de Uffizi), Roma (Foro, Panteón, Coliseo, etc,), Nápoles (donde además de visitar las ruinas de Pompeya y Herculano, los viajeros se deleitaban con sus bellos paisajes insulares) y finalmente, Turín, Milán y Venecia, ventana hacia Oriente. Se regresaba a través de los Alpes cruzando el monte Cenis para dirigirse a Francia y a su capital, Paris, donde empezaba el aprendizaje de desenvolvimiento en la vida social. Luego, podían partir a los Países Bajos, Viena, Innsbruck, Berlín, Potsdam, Dresde, Leipzig, Múnich, Heidelberg, Grecia (no siempre, pues pertenecía al Imperio Otomano y se consideraba peligroso). Algún viajero real que realizó un viaje de iniciación fue Felipe II a los 21 años, en los años de 1548 a 1551.[10]
Paralelamente a estos viajes de formación en el siglo XVIII, se dieron los viajes de expedición científica apoyados económicamente por algunas coronas reinantes para ampliar los conocimientos científicos en geodesia, geografía, geología, descubrimiento de nuevas propiedades de las plantas y por motivos medicinales y comerciales. Los viajes de James Cook, Alejandro Malaspina, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, entre otros, dieron pie a una amplia producción intelectual.
A mediados del siglo XIX, los viajes se hicieron más recurrentes y encontramos diferentes tipos de viajeros que iban por placer y curiosidad a visitar lugares exóticos, en grandes comitivas, familiares, individuales, incluso viajaban mujeres solas, así como comerciantes, militares, diplomáticos y funcionarios públicos. La curiosidad, el Romanticismo y el espíritu de aventura primaban en el sentir de muchos viajeros, algunos de los cuales escribieron sus experiencias que servirían como guías de viajes tanto en Europa, Asia, África y el resto del mundo conocido y por conocer. El espíritu pragmático, racional y empírico de este siglo daría paso al surgimiento de las guías de viajes, convirtiéndose en éxitos editoriales, como las de Mariana Starke, los Murray Handbooks for travellers de John Murray y las de Karl Baedeker. Estos libros facilitaban los viajes, informando de las provisiones a tomar en cuenta antes y durante el viaje, como hacer reservas a hoteles, los documentos a llevar, las direcciones de los consulados a recurrir al arribar a un lugar y otras indicaciones y consejos de gran utilidad como que ver, donde comer y dormir. Los viajes se hicieron más fáciles y accesibles en el siglo XIX y sus principales consumidores eran los viajeros ingleses de ambos sexos.
VIAJE DE FORMACIÓN DE PEDRO PAZ SOLDÁN Y UNANUE
Una costumbre de la elite de ascendencia europea en América del siglo XIX era enviar a sus hijos a pasar una temporada en Europa antes de asumir sus deberes como personas adultas, lo que se llamaba el Grand Tour europeo. Las familias limeñas Unanue o Paz Soldán no fueron la excepción. De esa manera, los hijos de Hipólito Unanue fueron enviados a Europa, como fue el caso de su primogénito Germán Unanue que fue enviado a educarse en Londres, pero no alcanzó a heredar a su padre, porque falleció en 1832, un año antes que aquel y a poco de haber regresado de Europa.[11] El hijo menor de Hipólito, José Unanue y de la Cuba, también, realizó el Grand Tour y reformó la casa hacienda azucarera San Juan de Arona en el valle de Cañete donde vivía con objetos de lujo que importó o trajo de Europa. El nombre de la hacienda provenía de sus anteriores propietarios Juan Belzunce y Lorenzo de Arona. Esta hacienda fue puesta bajo la protección de San Juan. De ahí, la combinación de estos nombres derivó el de la hacienda. Una parte la heredó Hipólito Unanue y otra la compró en subasta pública y tomó posesión de ella en 1801, dejándola como herencia a su hija Francisca, madre de Pedro Paz Soldán y Unanue en 1833.[12]
El viaje a Europa que significó la iniciación a la vida social cosmopolita, Pedro Paz Soldán lo realizó solo, en un mundo en el que viajar estaba hecho para hacerlo en pareja, compartiendo las mesas en los restaurantes, los hoteles, los cruceros y las excursiones. Todo estaba pensado para dos. Sin embargo, en la época de Pedro algunas cosas podían compartirse con desconocidos como alquilar una cama en un camarote de barco o una mesa para almorzar. De esta manera, tenía la alternativa de poder reducir gastos.
“Dura es la condición de un viajero solitario. Jamás se tiene en cuenta para nada el insignificante número uno. El camarote del vapor, el cuarto de la fonda, la mesa del restaurant, los asientos del coche, todo está calculado cuando menos para dos, con dos camas, con dos cubiertos y con dos asientos; y hay que aguantar, (…) la compañía de un desconocido para la emparejadura, a menos que no se quiera pagar por dos”.[13]
EL SUEÑO DE TODO INTELECTUAL LATINOAMERICANO: UNA TEMPORADA EN PARÍS
A mediados del siglo XIX, los latinoamericanos intelectuales solían no solo pasar unos días en Paris sino residir en la capital francesa, pues su influjo cultural sobre ellos era evidente. La Revolución Industrial en los transportes, sobre todo el barco de vapor, facilitó el anhelo de pasar una temporada en la capital francesa para disfrutar de las novedades y oferta cultural que ofrecía, desde concurrir a sus bibliotecas, museos o estudiar en alguno de sus destacados centros de estudios, entre otras actividades para solaz del alma y del cuerpo.[14]
Uno de estos intelectuales fue el escritor peruano Pedro Paz Soldán y Unanue que permaneció dos años en París desde diciembre de 1859 a septiembre de 1861.Tiempo que dedicó al estudio de libros, a la observación de la naturaleza y a la meditación. Tomó algunos cursos en las más renombradas instituciones de París, como uno de derecho en el Colegio de Francia, otro de humanidades en la Universidad de la Sorbona y otro más de historia natural en el Jardín de Plantas. Tuvo como profesores a Étienne Geoffroy Saint Hilaire (clases públicas en el Jardín de Plantas de París), Saint Marc Girardin (professor de historia en la Sorbona) y a Jacques Claude Demogeot (profesor asistente en la Sorbona). La formación intelectual la alternaba con actividad física de manera regular, asistiendo al Gimnasio de Hippolyte Triat, ubicado en los Campos Elíseos de Paris. La descripción que realizó del lugar es única e histórica por constituir uno de los primeros gimnasios públicos de carácter comercial que apareció en Europa en 1847.
“Las doce lecciones importaban al mes 26 francos. Se daban además al entrar, cuarenta francos para el traje gímnico, por decirlo así, que consistía en un calzoncillo de punto de lana colorado, una camiseta de lo mismo; azul, una paja también de lana colorada y unos borceguíes de gamuza amarilla sin tacón y cerrados sobre el empeine por cordones y pasadores”.[15]
Los ejercicios grupales eran tipo tropa militar, con el profesor dando voces. Después, iban individualmente a las argollas, trapecio, escaleras, paralelas, ejercicios con barras y salto de potro o caballete. Luego, seguía una sesión de masaje de cintura para arriba con un guante áspero, empapado en agua helada. Y finalmente recibía un balde de agua fría para lavarse de las rodillas para abajo.
Las alternativas de alojamiento que tenía Pedro en París fueron desde hoteles, departamentos compartidos, casas de huéspedes y fondas, como el hotel De Calai et Boulogne que tenía “en el precio la limpieza, la ropa de cama, las toallas, pero no las velas y la leña para la chimenea”.[16] La comida era adquirida en los restaurantes a precio fijo, por lista o a la carta. Pedro resaltó la característica que unía a París y Londres de mediados del siglo XIX, la de ser ciudades jardines, como si fuese “una de las condiciones de la civilización europea hermanarse con la naturaleza”. A diferencia de Lima que hasta en sus mismos arrabales era más seguro toparse con muladares que con el verdor del campo. Así y todo, la diferencia que detectó Pedro era que en París se vivía de puertas afuera, mientras en que en Londres, dentro de los hogares donde se cobijaba el bienestar familiar.
En Paris, el esparcimiento de Pedro durante el día eran los paseos por los bosques y por la noche concurría a cafés o teatros, coincidiendo en algunos de aquellos lugares con el popular escritor de folletines Paul Féval, el diplomático, historiador y pedagogo chileno Diego Barros Arana y el historiador francés Ferdinand Denis. Para los intelectuales latinoamericanos como Domingo Faustino Sarmiento y Benjamín Vicuña Mackenna, Paris, constituyó el lugar de peregrinación ideal y estadía favorita a mediados del siglo XIX.[17]
El desarrollo vertiginoso del transporte a través de trenes redujo el tiempo del viaje de un lugar a otro en Europa a mediados del siglo XIX, lo que facilitaba que los viajeros conocieran diversas ciudades importantes europeas. Pedro Paz Soldán y Unanue realizó viajes cortos y largos por Europa.
De 1859 a 1861, lapso de su estadía en Paris, los viajes de Pedro fueron cortos, hizo un recorrido por Bruselas, otro en Cherburgo y pasó los veranos en Londres. Utilizó los trenes ordinarios para ir a Bélgica y a Cherburgo y para regresar a Paris recurrió al Expreso que era más rápido que el otro sistema. La ciudad de Bruselas la consideró poco ruidosa y bonita, aunque estaba bastante poblada en aquellos días, 40.000 personas; sin embargo, su hostelería estaba caída a menos, hospedándose en el Hotel de Francia, uno muy pobre, pero considerada la mejor del lugar.
De los viajes largos, primero lo inició el 19 de septiembre de 1861 y terminó el 8 de febrero de 1862. Viajó por Viena, Pest, Trieste, Venecia, Padua, Verona, Milán, Florencia, Roma, Nápoles, Messina, Siracusa y Malta. El segundo viaje lo inició el 14 de mayo al 30 de agosto de 1862 cuando visitó Atenas, Marbella, Niza, Lyon, Ginebra, algunos pueblos de alrededor del lago Leman, y cercanías del Monte Blanco en Suiza.
El idioma que más usó para comunicarse en este viaje por Europa fue el francés que era la lengua de comunicación internacional del siglo XIX.[19] Se percató de que los ingleses eran los que no escatimaban en gastos y pagaban lo que se les pidiera por los servicios y bienes que consumían. Pedro utilizó para movilizarse diferentes medios de transporte: barcos de vapor, diligencias u onmibuses, botes, caballos y asnos. A mediados de enero de 1862, el vapor eléctrico que le llevó de Nápoles a Malta pertenecía a la compañía de Vapor i Postali Italiani, pero en Mesina hizo trasbordo al vapor Arquímedes.[20] En el primer vapor tuvo una cabina, pero en el segundo tuvo que dormir en una camilla porque no había camarotes. Salió de noche y llegó al amanecer a Sicilia, al llegar tan temprano le permitió conocer Catania y por la tarde llegó a Siracusa, partiendo de su puerto a las 10.30 pm de la noche con dirección a Malta. Llama la atención en cuanto al transporte en Malta que aun hoy se usa un bote para conectar su capital La Valeta a Sliema, recorrido que se hace en un cuarto de hora. Malta es una isla, con mucho turismo en aquel entonces tal cual lo es hoy, por lo que tenía muchos medios de transporte, algunos le recordaban a los de Lima, su ciudad natal: “Los carruajes llamados también caleshes, recuerdan nuestras antiguas calesas, diferenciándose en que el calesero va a pie, y en que un caballo reemplaza la mula”.[21] Una experiencia inexistente en Lima era la seguridad pública que comparó con la de Malta: “La voluptuosidad de rodar suavemente en un carruaje por una dilatada calzada, guarnecida de árboles, abastecida de posadas y exenta de malhechores”[22]
En el siglo XIX, el transporte marítimo que facilitó el transporte y la propagación del turismo fue el barco a vapor que permitía a los viajeros turistear en los puertos que llegaba, dándoles tiempo para recorrer sus calles. El comprar un boleto le permitía descender del barco y conocer los lugares donde arribaba. Por ejemplo, en 1842, el político peruano Juan Bastamente recorrió las costas españolas a través del barco de vapor, desplazándose de noche y calaba en el día para permitir a la gente desembarcar y conocer la ciudades y puertos desde Cádiz a Barcelona: “En todos estos puntos paran los vapores todo el día, y se navega de noche”.[23] Este tipo de barco indudablemente afrontaba mejor los temporales marinos porque el vapor podía ir contra el viento por su fuerza.
La costa de Andalucía y Levante fue recorrido marítimamente y asimismo, la ruta de Nápoles, Sicilia y Malta, lo que le permitió salir a conocer las ciudades donde calaban por unas horas y hacer uso de los hoteles no solo para albergarse sino para comer, como el Hotel Tinacria en Mesina. Las comidas más simples y baratas eran compartidas con desconocidos en una misma mesa. En los alberges vendían comida, suvenires y ofrecían habitaciones. Por ejemplo, en Siracusa en el Albergo del Sole, Pedro Paz Soldán compró a una peseta una hoja de papiro y también almorzó. Los precios que pagaba por los servicios de hostelería en la zona que hoy es Italia eran bajos, comparados con los del Perú, caracterizado, en añadidura, por el mal servicio que daban los criados, según el escritor.
Uno de los primeros guías de viaje de Europa apareció en 1838 y lleva por título “A Handbook for travellers on the continent: being a guide through Holland, Belgium, Prusia, and northern of Germany…” de John Murray publicada en Londres. Esta guía estaba destinado a viajeros ingleses y mencionaba que la forma más rápida de ir de Londres a Hamburgo era por barco a vapor, y de ahí a Praga, Viena y Trieste.[25]. Pero recién en 1844 aparece un libro guía de la zona de Austria y Hungría donde describe Viena con todos los detalles posibles para que el viajero pueda sacar el máximo provecho de su estadía, como El Palacio Imperial de Hofburg, el Belvedere Palace, el museo de Historia Natural, La escuela de equitación imperial, Palacio del archiduque Carlos y otros lugares.[26] También, el patrimonio cultural de Praga, capital de Bohemia, fue descrito profusamente, así como todo lo necesario para pernoctar, alimentarse y rutas de desplazamiento.[27] Esta guía de viaje era una prueba que eran bastante visitadas las ciudades imperiales de centro Europa al menos entre los viajeros ingleses a mediados del siglo XIX.
Nuestro viajero, Pedro Paz Soldán y Unanue dejó Paris el 19 de setiembre de 1861 para ir a la ciudad de Estrasburgo donde visitó la catedral y su reloj y se hospedó en el hotel Ville de París. Le llamó la atención un tipo de empedrado en el que la parte desigual y angulosa se enterraba, quedando en el exterior la parte más lisa y llana. Un tipo de empedrado que aún no se usaba en Lima a mediados del siglo XIX, pero que luego se haría popular. Luego, viajó a Fráncfort, Hanover, Hamburgo, Berlín y Leipzig. De este pequeño recorrido que le tomó 14 días, Pedro destacó las 150 librerías de la ciudad de Liepzig, además de su afamada feria del libro.[28]
Salió de Budenbach, frontera de Bohemia, el 2 de octubre de 1861, para ir a Praga en aquel entonces con más de 150.000 habitantes, célebre por su cristalería. En esta ciudad eran hermosos los paisajes, bañados por el río Moldava que para cruzarlo se hacía uso del puente Carlos IV, también llamado el Carlsbrucke donde destacan las esculturas de San Francisco Javier, San Norberto, San Ignacio y San Juan Nepomuceno. A Pedro le impresionaron las calles de Praga, que según él, eran las más anchas y largas que había visto en Europa, por lo que le parecía mayores la soledad y el silencio que regían en ellas cuando había poca gente. Cosa que es imposible de apreciar en el actual turismo de masas del siglo XXI.
De Praga a Viena pasó por la estación de Adamsthal, en Brunn(hoy Brno), segunda capital de la Moravia, ciudad industrial de telas y cueros, que tendría en aquel entonces una población de 50.000 personas. Pedro solía contar detalles de cada región para personalizarlas. Así, en la ciudad industrial de Brno destacó la prisión de Špilberk, donde estuvo preso el italiano Silvio Pellico (1789-1854), acusado de ideas liberales contra el gobierno del imperio Austro-Húngaro, y escribió un libro de sus experiencias en aquella prisión.[29]
La ciudad de Venecia tenía una única vía, la acuática, para desplazarse por la ciudad, a través de las góndolas. “La única calle larga, ancha, recta y hermosa, que equivale a los bulevares de París y al Corso de Roma es... la calle del agua…”.[39] En este contexto, la góndola era el medio de transporte natural en Venecia, lo que el burro en el Cairo, el caique en Constantinopla y los coches en todas las ciudades de Europa.[40] Pedro permaneció en Venecia ocho días.
CONCLUSIONES
Este artículo trata de entender cómo se llevaba a cabo el turismo en Europa a mediados del siglo XIX, tras el impacto de la Revolución industrial. El vapor fue determinante para que se abriera el mundo al desplazamiento de viajeros en grandes cantidades de un continente a otro, de un puerto a otro, y por antonomasia facilitó el turismo. Europa fue el derrotero de muchos intelectuales latinoamericanos que encontraron la manera de hacer realidad el sueño de conocer Europa y su patrimonio cultural. Paulatinamente fue configurándose un mercado que cubrió la llegada de estos viajeros ávidos por conocer Europa.
De esta manera, a través de la experiencia viajera de Pedro Paz Soldán y Unanue podemos vislumbrar el avance del turismo en zonas culturales abiertas al público que presentaban mayores facilidades y otras más complicadas de viajar por la escasez de servicios que ofrecían. Las capitales presentaban mayores oportunidades de desplazarse y conocer, en contraposición a los pueblos donde la barrera era la idiomática. Los medios de transporte por antonomasia eran los ferrocarriles, el barco de vapor y las diligencias. Las líneas férreas conectaban ciudades europeas, como Viena y Trieste, atravesando el Sommering a través de catorce túneles y dieciséis viaductos, proeza de la ingeniería, inaugurado en 1854. El barco de vapor de mensajería y transporte de pasajeros y mercadería conectaba Europa con las islas de Sicilia y Malta con varios recorridos mensuales y permitía a sus pasajeros desembarcar y conocer los lugares en los que permanecía con ayuda de guías locales. El turismo europeo, gracias al desarrollo de la tecnología, estaba poniendo al alcance de más gente los viajes, pues era mucho más rápido y barato.
Antes de partir, Pedro Paz Soldán consultó libros y mapas para realizar este viaje y sabía dónde iba. Gran parte del viaje fue planificado, pero una parte la dejó al azar y a la improvisación. Trató de conseguir viajeros al paso que le acompañaran en sus andanzas y contratar juntos a dragomanes para ahorrar gastos, tiempo y peligros. Es interesante anotar que gran parte de la oferta turística cultural ofrecida en las ciudades europeas occidentales hasta ahora se mantiene tal cual, y que uno puede recorrer los mismos sitios que recorrieron otros viajeros hace más de ciento cincuenta años. Algunas cosas han mejorado como la facilidad de desplazamiento que hoy existe en cuanto a la documentación y el visado. Un apartado muy engorroso a cumplimentar eran los controles continuos en algunos lugares más que en otros en un mundo convulsionado por constantes crisis sociales y políticos en la que Europa decimonónica estaba inmersa, como procesos de independencia y nacionalismos.
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Carrasco, Ricardo Iván, Hipólito Unanue y el legado de la familia Landaburu. Lima: Logargraf S.A.C, 2018.
Azanar Vallejo, Eduardo, “Introducción a los viajes medievales. Una minada geográfica y cultural”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Media. Instituto de Estudios Riojanos, (2009): 19-48.
Beceiro Pita, Isabel, “Embajadas, viajes y relaciones culturales en el mundo ibérico (1370-1460)”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Moderna, XIX semana de estudios medievales (193-228). Instituto de Estudios Riojanos, (2009): 193-228.
Blanco Martín, Esther, La literatura como recurso turístico: los cafés literarios de Madrid Valladolid: Universidad de Valladolid, 2014.
Borrero, Filomeno, Recuerdos de viajes en América, Europa, Asia y África en los años de 1865 a 1867. Bogotá: Imprenta de Ortiz Malo, 1869.
Bravo Castillo, Juan, “Stendhal viajero: Memorias de un turista”, Revista de Filología Románica, (2006): 189-197.
Bustamante, Juan, Viaje al antiguo mundo. Lima: Imprenta de Masias, 1845.
Capra, Carlo, “El final del Antiguo Régimen en Italia (1780-1820)”, Cuadernos de Historia Moderna, (2008). 115-134.
Casado Alonso, Hilario, “Viajes y negocios. Comercio regional y gran comercio en Castilla a finales de la Edad Media”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Moderna. XIX semana de estudios medievales. Instituto de estudios riojanos, (2009): 305-334.
Cid López, Rosa María, “Egeria, peregrina y aventurera relato de un viaje a Tierra Santa en el siglo IV”, Arenal, Revista de Historia de las mujeres, vol. 17( 1), (2010): 5-31. https://revistaseug.ugr.es/index.php/arenal/article/view/1460
Díaz Martínez, Pablo, “El peregrino y sus destinos: los lugares de Cristo”. En; Viajeros, peregrinos y aventureros en el mundo antiguo. Publicaciones i ediciones de la Universitat de Barcelona, (2010): 249-254.
Eiras Roel, Antonio, “La unificación italiana y la diplomacia europea”, Revista de Estudios Políticos, (133), (1964):129-156.
Fernández Vítores, David, “El inglés en Europa: origen y consolidación de una lengua franca”, Odisea, 10, (2009):57-69.
https://core.ac.uk/download/pdf/143458458.pdf
Franesqui García, Miguel Á. “Evolución del transporte terrestre en Canarias desde el s. XIX”, Revista de Obras Públicas, 3, 499, (2009): 46-49.
https://quickclick.es/rop/pdf/publico/2009/2009_mayo_3499_04.pdf
García Mercadal, José, Viajes por España. Madrid, Alianza Editorial, 1972
García Simón, Agustín, Castilla y León, según la visión de los viajeros extranjeros. Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999..
Martínez Millán, José y Fernández Conti, Santiago, “ La corte del príncipe Felipe”. En Calvete de Estrella, Juan Christóval (ed.), El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe don Fhelippe. Ed. Paloma Cuenca, 2001.
Medina Luque, F. Xavier. Tokaj –Hegyalja. Un viaje por los viñedos del centro de Europa. Editorial UOC, Experiencias de viajeros. Cuadernos Livingstone, 2014.
Murray, John. A Handbook for travellers on the continent: being a guide through Holland, Belgium, Prusia, and northern of Germany… London: J. Murray, 1838.
Murray, John, A hand-book for travellers in southern Germany: being a guide to Bavaria, Austria, Tyrol, Salzburg, Syria, &c., the Austrian and Bavarian Alps ... 3d ed., cor. and enl. London: J. Murray, 1844.
Murray, John. A handbook for travellers in the Ionian islands, Greece, Turkey, Asia Minor and Constantinople being a guide to the principal routes in those countries including a description of Malta. Albemarle Street, 1845.
Murray, John, Murray’s for traveleres in Northern Italy:states of Sardinia, Lombardy and Venice, Parma and Piacenza,Modena, Lucca, Massa Carrara, and Tuscany as far as de val d’Arno. John Murray Albemarle Street, 1847.
Negro Tua, Sandra, “El acertijo de la arquitectura neogótica en el Perú y la antigua hacienda Unanue de Cañete”, Architextos,(28), (2013): 62-75. https://revistas.urp.edu.pe/index.php/Arquitextos/article/view/947
Novoa Portela, Feliciano, “Los viajeros de Dios en la Edad Media”, Viajes y viajeros en la Europa medieval. Lunwerg editores y CSIC, 2007: 159-196.
Ordóñez-Burgos, Jorge, “Viajeros e historiadores griegos: investigadores de la esencia del hombre y la cultura”, Límite, 4, (19), (2009): 5-25.
Paz Soldán y Unanue, Pedro,. Memorias de un viajero peruano. Biblioteca Nacional del Perú, 1971.
Pellico, Silvio. Mis prisiones. Lecointe, Librería española, 1835
Pérez Priego, Miguel Ángel, “Estudio literario de los libros de viajes medievales”, EPOS: Revista de Filologías 1, (1984):217-239.
Porras Castro, Soledad, “Los libros de viaje. Genesis de un genero. Italia en los libros de viajes del siglo XIX”, Castilla (28-29), (2004):203-218.
Rivasplata Varillas, Paula Ermila. “La arqueología pre científica en el Perú en el siglo XVIII”, Letras Históricas, (13), (2016): 221-252.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S2448-83722015000200221&lng=en&nrm=iso&tlng=es
Rojas, Daniel Emilio, “Los latinoamericanos de París en el cambio de siglo. Sobre Die Hauptstadt Lateinamerikas” (2013), de Jens Streckert”, Colombia Internacional, Universidad de Los Andes, 87, mayo-agosto, (2016): 243-259
https://revistas.uniandes.edu.co/index.php/colombia-int/article/view/2811/1417
Sanhueza, Marcelo. “El viaje a París de Domingo Faustino Sarmiento y Benjamín Vicuña Mackenna: modernidad y experiencia urbana de dos flâneurs hispanoamericanos”, Universum · Nº 28 · Vol. 1. Universidad de Talca, (2013): 203-229. https://www.scielo.cl/pdf/universum/v28n1/art_10.pdf
Soto Bonilla, Gerardo, Los Plinios, el Vesubio, Pompeya y el Imperio Romano de la segunda mitad del siglo I. Heredia: Universidad Latina Campus Heredia, 2014.
Tschudi, Johann Jakob von, El Perú. Esbozos de viajes realizados entre 1838 y 1842. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
Valdaliso Gago, Jesús María, “La transición de la vela al vapor en la flota mercante española: cambio técnico y estrategia empresarial”, Revista de Historia Económica, año 10, (1), (1992): 63-98.
https://core.ac.uk/download/pdf/29398873.pdf
World Heritage Centre, Documentation for the nomination of semmering railway cultural site. Wiena: Republik, 1998.
Zermeño Padilla, Guillermo, “De viaje tras el encuentro entre archivo e historiografía”, Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, 38, (2012): 13-57.
[1] Agustín García Simón, Castilla y León, según la visión de los viajeros extranjeros. Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999:11-12; Isabel Beceiro Pita, “Embajadas, viajes y relaciones culturales en el mundo ibérico (1370-1460)”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Moderna, XIX semana de estudios medievales (193-228). Instituto de Estudios Riojanos, 2009: 199; Hilario Casado Alonso, “Viajes y negocios. Comercio regional y gran comercio en Castilla a finales de la Edad Media”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Moderna. XIX semana de estudios medievales. Instituto de estudios riojanos, 2009: 305-306.
[2] Rosa María Cid López, “Egeria, peregrina y aventurera relato de un viaje a Tierra Santa en el siglo IV”, Arenal, Revista de Historia de las mujeres, vol. 17( 1), 2010: 5-31; Pablo Díaz Martínez, “El peregrino y sus destinos: los lugares de Cristo”. En Viajeros, peregrinos y aventureros en el mundo antiguo. Publicaciones i ediciones de la Universitat de Barcelona, 2010: 249-254; Feliciano Novoa Portela, “Los viajeros de Dios en la Edad Media”, Viajes y viajeros en la Europa medieval. Lunwerg editores y CSIC, 2007: 181.
[3] Eduardo Azanar Vallejo, “Introducción a los viajes medievales. Una minada geográfica y cultural”. En Iglesia Duarte, J.I. de la (Ed.), Viajar en la Edad Media. Instituto de Estudios Riojanos, 2009:23.
[4] Miguel Ángel Pérez Priego, “Estudio literario de los libros de viajes medievales”, EPOS: Revista de Filologías 1, (1984):217-239.
[5] Jorge Ordóñez-Burgos, “Viajeros e historiadores griegos: investigadores de la esencia del hombre y la cultura”, Límite, 4, (19), (2009):8.
[8] José García Mercadal, Viajes por España. Madrid, Alianza Editorial, 1972: 419
[10] José Martínez Millán y Santiago Fernández Conti, “ La corte del príncipe Felipe”. En Calvete de Estrella, Juan Christóval (ed.), El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe don Fhelippe. Ed. Paloma Cuenca, 2001: LXV- LXIX.
[11]Ricardo Iván Álvarez Carrasco, Hipólito Unanue y el legado de la familia Landaburu. Lima: Logargraf S.A.C, 2018: 190.
[12]Sandra Negro Tua, “El acertijo de la arquitectura neogótica en el Perú y la antigua hacienda Unanue de Cañete”, Architextos,(28), (2013):68.
[13] Pedro Paz Soldán y Unanue, Memorias de un viajero peruano. Biblioteca Nacional del Perú, 1971: 113-114.
[14] Daniel Emilio Rojas, “Los latinoamericanos de París en el cambio de siglo. Sobre Die Hauptstadt Lateinamerikas” (2013), de Jens Streckert”, Colombia Internacional, Universidad de Los Andes, 87, mayo-agosto, (2016): 244.
[15] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 87.
[16] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 83.
[17] Marcelo Sanhueza, “El viaje a París de Domingo Faustino Sarmiento y Benjamín Vicuña Mackenna: modernidad y experiencia urbana de dos flâneurs hispanoamericanos”, Universum · Nº 28 · Vol. 1. Universidad de Talca, (2013): 207.
[18] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 176.
[19] David Fernández Vítores, “El inglés en Europa: origen y consolidación de una lengua franca”, Odisea, 10, (2009): 58.
[20] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 217.
[21] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 231.
[22] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 225
[23] Juan Bustamante, Viaje al antiguo mundo. Lima: Imprenta de Masias, (1845): 70.
[24] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 223.
[25] John Murray, A Handbook for travellers on the continent: being a guide through Holland, Belgium, Prusia, and northern of Germany… London: J. Murray, 1838:31.
[26] John Murray, A hand-book for travellers in southern Germany: being a guide to Bavaria, Austria, Tyrol, Salzburg, Syria, &c., the Austrian and Bavarian Alps ... 3d ed., cor. and enl. London: J. Murray, 1844: 149-178.
[27] John Murray, 1844: 385-398.
[28] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 111.
[29] Silvio Pellico, Mis prisiones. Lecointe, Librería española, 1835.
[30] Johann Jakob von Tschudi, El Perú. Esbozos de viajes realizados entre 1838 y 1842. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
[31] F. Xavier Medina Luque, Tokaj –Hegyalja. Un viaje por los viñedos del centro de Europa. Editorial UOC, Experiencias de viajeros. Cuadernos Livingstone, 2014:6. Budapest fue fundada en 1873 de la unión de tres ciudades ya existentes Obuda, Buda y Pest y se convirtió en la ciudad más importante del imperio Austro húngaro después de Viena.
[32] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 124; Bradshaw, Goerge,. Bradshaw's notes for travellers in Tyrol and Vorarlberg. Bradshaw’s notes for travelers, Londres, 1923:14.
[33] World Heritage Centre, Documentation for the nomination of semmering railway cultural site. Wiena: Republik, 1998. La línea ferrocarril de Sommering fue construida entre 1848 y 1854, con una extensión de 41 kms. en terreno montañoso, que requirió túneles y viaductos.
[34] Esther Blanco Martín , La literatura como recurso turístico: los cafés literarios de Madrid Valladolid: Universidad de Valladolid, 2014:20.
[35] Soledad Porras Castro, “Los libros de viaje. Genesis de un genero. Italia en los libros de viajes del siglo XIX”, Castilla (28-29), (2004):209.
[36] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 132.
[37]Carlo Capra, “El final del Antiguo Régimen en Italia (1780-1820)”, Cuadernos de Historia Moderna, (2008):126.
[38] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 76.
[39] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 134.
[40] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 78; Miguel Á Franesqui García, “Evolución del transporte terrestre en Canarias desde el s. XIX”, Revista de Obras Públicas, 3, 499, (2009): 53.
[41] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 137.
[42] John, Murray, Murray’s for traveleres in Northern Italy:states of Sardinia, Lombardy and Venice, Parma and Piacenza,Modena, Lucca, Massa Carrara, and Tuscany as far as de val d’Arno. John Murray Albemarle Street, 1847: 23. Algunos museos tenían un horario establecido, como por ejemplo el museo egipcio de Turín de lunes a jueves, pero podía abrirse los otros días por el guardia.
[43] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 144.
[44] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 145.
[45] Filomeno Borrero, Recuerdos de viajes en América, Europa, Asia y África en los años de 1865 a 1867. Bogotá: Imprenta de Ortiz Malo, 1869: 71. Una costumbre muy arraigada era usar las cartas de recomendación
[46] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 148.
[47] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 155.
[48] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 171.
[49] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 178.
[50] Soledad Porras Castro, Ibid., 205.
[51] Antonio Eiras Roel, “La unificación italiana y la diplomacia europea”, Revista de Estudios Políticos, (133), (1964): 146.
[52] Pedro Paz Soldán, Ibíd.,186.
[53] Soledad Porras Castro, Ibid., 203-218.
[54]Paula Ermila Rivasplata Varillas, “La arqueología pre científica en el Perú en el siglo XVIII”, Letras Históricas, (13), (2016): 224. Carlos III auspició las excavaciones en Herculano en el siglo XVIII.
[55] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 138.
[56] Filomeno Borrero, Ibíd., 120-121
[57] Gerardo Soto Bonilla, Los Plinios, el Vesubio, Pompeya y el Imperio Romano de la segunda mitad del siglo I. Heredia: Universidad Latina Campus Heredia, 2014, 51. Portici y Resina fueron construidas al cabo de los siglos como villas adyacentes a la sepultada Herculano.
[58] Jesús María Valdaliso Gago, La transición de la vela al vapor en la flota mercante española: cambio técnico y estrategia empresarial, Revista de Historia Económica, año 10, (1), (1992): 63-65.
[59] John Murray, A handbook for travellers in the Ionian islands, Greece, Turkey, Asia Minor and Constantinople being a guide to the principal routes in those countries including a description of Malta. Albemarle Street, 1845, p. XVIII. Los vapores del gobierno de Francia salían de Marsella para Malta cada primero, onceavo y veintiunavo día de cada mes, llegando a Civita vecchia, Nápoles.
[60] Pedro Paz Soldán, Ibíd., 224.
[61] John Murray, 1845: XIX.