Artículos
Una relación singular en tiempos de dictadura
El obispo de Chillán Francisco José Cox y el General Pinochet
A unique relationship in times of dictatorship
The bishop of Chillán Francisco José Cox and General Pinochet
Cristián Leal Pino
Universidad del Bío-Bío, Chile
cleal@ubiobio.cl
https://orcid.org/0000-0002-3797-4656
Mauricio Rojas Gómez
Universidad del Bío-Bío, Chile
mrojas@ubiobio.cl
https://orcid.org/0000-0003-2451-9694
Recibido el 13 de marzo del 2024 Aceptado el 17 de junio del 2024
Páginas 208-235
Financiamiento: Este artículo forma parte del Proyecto Regular de la Universidad del Bío-Bío, DIUBB 2050318 IF/R, “Las voces del miedo en dictadura: Ñuble 1973”, 2020-2023.
Conflictos de interés: Los autores declaran no presentar conflicto de interés.
Resumen
El artículo analiza la relación que existió entre el obispo de Chillán Francisco José Cox y el General Augusto Pinochet Ugarte, durante los primeros años de la dictadura cívico militar en Chile. El propósito fue determinar, en el marco de la división del Episcopado chileno frente al nuevo gobierno, dónde se sitúo el obispo Cox, cómo se relacionó con Pinochet y que postura adoptó frente al plebiscito de 1980. Para la realización del artículo se consultó la correspondencia que ambas autoridades sostuvieron durante los años 1978 y 1981, las cartas pastorales del obispo Cox y las emanadas por la Conferencia Episcopal de Chile, principalmente. Existió una relación de “amistad” entre ambas autoridades, que no estuvo exenta de crítica, pero siempre en el ámbito de lo privado y sin llegar a romper relaciones.
Palabras claves: Obispo Cox, Augusto Pinochet, dictadura, relación singular.
Summary
The article analyzes the relationship that existed between the bishop of Chillán Francisco José Cox and General Augusto Pinochet Ugarte, during the first years of the civic-military dictatorship in Chile. The purpose was to determine, within the framework of the division of the Chilean Episcopate against the new government, where Bishop Cox stood, how he related to Pinochet and what position he adopted in the 1980 plebiscite. There was a relationship of "friendship" between the two authorities, which was not exempt from criticism, but always in the private sphere and without actually breaking relations. For the realization of the article, the correspondence that both authorities maintained during the years 1978 and 1981, the pastoral letters of Bishop Cox and those emanated by the Episcopal Conference of Chile, mainly, were consulted.
Keywords: Bishop Cox, Augusto Pinochet, dictatorship, relationshi.
I.- Introducción
El 11 de septiembre del año 2023 se conmemoraron en Chile los 50 años del golpe de Estado en 1973. El país fue testigo de múltiples actividades, donde las organizaciones políticas, sociales y culturales, se sumaron desde distintas posiciones y donde el mundo intelectual no estuvo ausente, manifestándose en publicaciones especiales en torno a los 50 años de la dictadura militar[1].
La Iglesia Católica, no estuvo ausente en el análisis de este acontecimiento, y a pesar de haber trascurridos cinco décadas, quedan muchas situaciones que requieren de un análisis no sólo desde la memoria, sino que también desde la historia. Para la Iglesia, el espacio público, concretamente desde la política, la cual fue asumida como faceta de una secularización que no era vista como antagónica, sino “como una tarea pastoral de primera magnitud”[2].
La jerarquía eclesiástica no tuvo una opinión única sobre el golpe de Estado de 1973, su postura fue variando a medida que pasaban los días, meses y años. Existió al interior del Episcopado chileno divergencias, las cuales fueron aprovechadas por Pinochet en su estrategia de legitimar el golpe de Estado[3]. En este sentido debemos recordar que los cristianos por el Socialismo, la Teología de la Liberación y la ENU (Escuela Nacional Unificada), complicaban a buena parte de la jerarquía chilena. El Episcopado estuvo dividido en los primeros momentos del golpe y las relaciones entre la Iglesia Católica y el nuevo gobierno estuvieron dominadas por la tensión, que con los años se fue acrecentado[4].
Unos veían que era necesario volver a un orden y que el marxismo dejara de penetrar a la Iglesia; otros, consideraban inadmisible el proceder del nuevo gobierno y sus violaciones a los derechos humanos. En Punta Arenas, el obispo Tomás González, fue un acérrimo opositor a Pinochet, debiendo asumir una serie de costos, como la acción de los organismos de represión de la dictadura[5], en cambio, los obispos Medina, Tagle y Vicuña, entre otros, fueron complacientes con el golpe toda vez que representaba el orden, el patriotismo y el progreso.
En este contexto, nos interesó conocer las posiciones y acciones políticas tomadas por el obispo de Chillán Francisco José Cox durante los años 1978-1981 y de cómo éstas estuvieron alineadas con una parte del Episcopado chileno, en cuanto a su relación de cercanía con Pinochet[6]. De igual forma, conocer la crítica del obispo Cox al Plebiscito del año 1980 y la situación del mundo campesino de Ñuble. El obispo Francisco José Cox y el general Pinochet sostuvieron una relación que se manifestó en una serie de carta privadas, donde es posible constatar la “amistad” que existió entre ellos, que a nuestro juicio fue singular, en el sentido que también existió la crítica del obispo a las decisiones políticas que Pinochet tomaba. Fue sin duda una relación de interés mutuo, mientras uno buscaba legitimar el golpe y tener aliados en la defensa del régimen[7], el otro, pretendía beneficios para su diócesis, entre ellas, la creación de la radio El sembrador, visibilizar el problema del campesinado de Ñuble y una posible promoción en su camino como obispo.
El análisis se hizo teniendo como fuente principal la correspondencia privada que el obispo tuvo con Pinochet entre los años 1975-1981; además, de las cartas pastorales del prelado con los feligreses de su diócesis, Memorias, publicaciones clandestinas de la época como No podemos callar y Policarpo[8].
En consecuencia, nos interesó responder a ¿Qué factores explican esta relación de amistad entre el obispo de Chillán Francisco José Cox y el general Pinochet durante los años 1978 y 1981? ¿Fue una relación incondicional, con ausencia de crítica? ¿Qué opinaba el obispo de la realización del Plebiscito de 1980 sobre la constitución? ¿Cómo veía el obispo la realidad del país y cuáles eran sus principales preocupaciones? Son preguntas que pretendemos abordar en las siguientes páginas.
II.- La Iglesia Católica chilena y la dictadura: algunos antecedentes de contexto
Si bien la Iglesia Católica es una institución jerarquizada, su comportamiento en relación con el golpe de Estado de 1973 -y la posterior dictadura- no puede entenderse de una manera homogénea. Tanto en las altas esferas de la curia como en los círculos inferiores de los clérigos, no hubo uniformidad de criterios, ideas y prácticas. Las razones para que ello ocurriera debieron ser múltiples y variadas incluyendo desde aspectos ideológicos, exegéticos, vivenciales, de clase, entre otros. Producto de la complejidad para abordar esta multiplicidad de aspectos, nos hemos concentrado especialmente en el ámbito eclesiástico con el fin de reconocer el ambiente que fue configurando la multiplicidad de valoraciones y conductas que manifestó el clero, en los distintos niveles que hemos indicado, ante la situación crítica del acontecer nacional antes, durante y después del golpe de Estado referido.
Un primer aspecto para tener en consideración es la historicidad de la comprensión de la violencia. La idea de violencia es de larga data dentro del catolicismo y de la cultura occidental. Si bien se ha enfatizado, por quienes estudian el comportamiento, que el actuar violento de propio de la condición humana hay que precisar que el juicio valórico que se tiene de ésta varía según los tiempos y las comunidades. Es indudable que el innatismo de la violencia está presente en cada individuo, no obstante, se puede distinguir un aspecto negativo y positivo en cuanto la acción violenta. Fue sobre la base de esto último como el catolicismo medieval legitimó la guerra santa de los reyes cristianos contra los “infieles” -en la época de las cruzadas- o contra los herejes y los enemigos de algún monarca. La lectura de cualquier época y sociedad nos permitirá advertir que la brutalidad es parte las relaciones humanas, incluso fue considerada normal y necesaria en Occidente, por lo menos, hasta el siglo XVII. Posterior a ese siglo, la monopolización del ejercicio de violencia -al menos la física- fue paulatinamente siendo controlada por el Estado[9].
Durante el siglo XX, el catolicismo no estuvo ajeno al clima de cambios y tensiones que vivió la humanidad. Ante este nuevo escenario mundial, experimentado desde los albores del siglo, algunos sectores de la Iglesia Católica echaron mano de antiguos repertorios teóricos relativos a la idea de violencia. Como es dable pensar, fue en Europa donde comenzaron a emerger posiciones diversas en torno a esta temática. Uno de los autores más influyentes de este grupo fue el francés Jean Ousset (1914-1994) quien estuvo a la cabeza de un grupo integrista francés denominado “Ciudad Católica”, fundado en 1946[10]. Esta agrupación sentó las bases de la ideología nacionalista católica, criticando las corrientes modernistas y neomodernistas que estaban ingresando al catolicismo. La influencia de la “Ciudad Católica” se proyectó en la acción del obispo francés Marcel Lefebvre (1905-1991) el cual, en noviembre de 1970, fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Esta agrupación tradicionalista católica debe su nombre al Papa Pío X (1903-1914), férreo opositor al modernismo teológico.
En concordancia con la “Ciudad Católica”, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, también en Francia se creó una revista titulada Verbo (en francés, “Verbe”). Esta publicación se vincula con el conflicto colonial francés en Indochina y Argelia, en particular con el desarrollo de la “doctrina contrasubversiva francesa” a través de la cual el Estado francés desarrollaron métodos de represión. En esta lucha con los “subversivos comunistas” los militares franceses adjudicaron un papel estratégico a la Iglesia Católica, en especial consideraron relevante contar con el apoyo de los sectores integristas. Esta idea de guerra contrarrevolucionaria no tardó en expandirse, fue así como sirvió de base para la “Doctrina de Seguridad Nacional” en América Latina, impulsada por los Estados Unidos[11]. Tan involucrados estuvieron algunos de los integrantes de esta postura anticomunista que el mismo Jean Ousset escribió en la revista Verbo hacia 1957 una serie de artículos, bajo el seudónimo de Cornelius, legitimando la tortura[12]. No es menor indicar que la influencia del pensamiento de la “Ciudad Católica” llegó a Buenos Aires en 1962, donde tuvo inmediata acogida entre los militares argentinos[13].
La combinación del pensamiento religioso y político se mezcló, en el caso chileno, tanto en el momento del golpe de Estado como durante la Dictadura. Uno de los elementos claves para entender este fenómeno se dio en la noción mesiánica adjudicada a las Fuerzas Armadas y, particularmente, a la figura de Augusto Pinochet. Esta imagen fue preconizada por los asesores del régimen y por sectores del catolicismo. En el primer caso, queda meridianamente expresado en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile[14], donde se podían leer frases como las siguientes: “En consideración a la tradición patria y al pensamiento de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, el Gobierno de Chile respeta la concepción cristiana sobre el hombre y la sociedad… y es su progresiva pérdida o desfiguración la que ha provocado, en buena medida, el resquebrajamiento moral que hoy pone en peligro esa misma civilización”[15]. Complementa esta interpretación del rol salvífico del golpe de Estado, una homilía pronunciada el día 11 de septiembre de 1974 por el entonces obispo-vicario de las Fuerzas Armadas, Francisco Gillmore, quien pronunció estas palabras:
“Es la Divina Providencia, no podemos decir de otro modo…, lo que permitió a los auténticos representantes del pueblo… defender la integridad de la Nación, de su Constitución y de sus leyes, de tomar posición y levantarse contra un gobierno oficialmente declarado ilegal y anticonstitucional”[16].
La etapa que comprende gran parte del contenido epistolar entre Francisco José Cox y Augusto Pinochet, al que haremos referencia en este trabajo, se conoce como la de consolidación del régimen militar (1974-1981). Durante este período se observa un progresivo deterioro entre el gobierno y la jerarquía de la Iglesia Católica, representada por algunos obispos y la Conferencia Episcopal[17]. A pocos días después del golpe de Estado y ante las denuncias de violaciones de los derechos humanos, representantes de diversas instituciones religiosas fundaron el Comité de Cooperación para la Paz en Chile -también conocido como Comité Pro-Paz-[18]. Este organismo dejó de funcionar, a solicitud de Augusto Pinochet, el día 11 de noviembre de 1975, debido a las molestias que provocaba su actuar en defensa de las víctimas del régimen. Posteriormente se funda, el 11 de noviembre de 1975, la Vicaría de la Solidaridad, a instancias del obispo de Santiago Raúl Silva Henríquez. Paralelamente, se fueron creando otras instituciones como la Academia Humanismo Cristiano (1975), la Vicaría de la Pastoral Universitaria (1976) y la Vicaría de la Pastoral Obrera (1977).
Como se puede apreciar, la única reacción verdaderamente significativa frente a la violación y abusos cometidos por el régimen militar, el menos en esta primera etapa a la cual hacemos mención, fueron las iglesias. En particular, la Iglesia Católica se expresó a través de dos instancias: a) a nivel magisterial, mediante declaraciones provenientes del Comité Permanente del Episcopado y, b) en la acción concreta de protección a las víctimas, mediante el trabajo de los párrocos y de las instituciones que hemos mencionado en párrafos anteriores[19].
Como ya lo hemos indicado, los obispos no tuvieron una misma postura ante los hechos ocurridos durante la dictadura de Pinochet. La “gran mayoría de los obispos se abstuvo de comentar la situación, sin embargo, seis de los cuarenta obispos se pronunciaron a favor de golpe”[20]. Cristián Parker, expresa que, en materia de derechos humanos, la participación de la Iglesia Católica, “se perciben con mayor claridad en su práctica y no siempre en su discurso”[21]. Lo cierto es que la Iglesia se demoró en hacer una crítica pública al régimen, incluso el propio Cardenal Raúl Silva Henríquez, en un viaje a Europa, poco después de producido el golpe, ofreció la misma colaboración que había dado al gobierno de Allende, dando así “cierta legitimidad moral al régimen militar”[22]. Sin embargo, al poco tiempo, y luego de su visita al Estadio Nacional y otros centros de tortura, se fue alineando con quienes se oponían a la dictadura[23].
Luego de unos meses de transcurrido el golpe, la Iglesia y a través del documento La Reconciliación en Chile, critica la inseguridad que vivía el país, la realidad económica y la falta de resguardos jurídicos para la seguridad de las personas. Creían en ese entonces que sería una situación transitoria y que había que evitar el caos. El Comité para la Paz primero y luego el de la Vicaría de la Solidaridad, acentuarían el conflicto entre el régimen militar y la Iglesia Católica[24]. A partir de año 1982, con la carta pastoral El Renacer de Chile, “los obispos por primera vez exigieron la vuelta a la democracia”[25].
La represión del nuevo régimen se hizo sentir en medio de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en Punta Arenas, la persecución de las máximas autoridades eclesiástica fue una constante durante el régimen militar y que incluyó atentado a parroquias emblemáticas y que tuvo una respuesta de la comunidad a través del llamado Puntarenazo, reflejo del poder inalienable de los ciudadanos, como diría Gabriel Salazar en el prólogo del libro de Jerez el año 1984, al manifestar su disconformidad con el gobierno de Pinochet[26].
El obispo Tomás González, salesiano, en su condición de obispo de Punta Arenas, fue uno de los obispos más críticos del régimen y lo manifestó al interior de la Conferencia Episcopal, documentos y medios de comunicación[27]. En el año 1974 se quejaba de la polarización existente en la Conferencia Episcopal con respecto al apoyo a la Dictadura, por ejemplo, del obispo de Valparaíso Emilio Tagle, quien “jugaba un papel central”[28]. Algunos puntos de conflicto entre el Episcopado y la Dictadura de Pinochet. La negativa de las autoridades eclesiásticas de entregar a Nelson Gutiérrez y María Elena Bachman, militantes del MIR refugiados en la Nunciatura. La serie de declaraciones enfrentaron a Jaime Guzmán con la jerarquía chilena. Acusaba Guzmán a sacerdotes y religiosas que tienen compromiso directo con el MIR. La insistencia de las autoridades del régimen por prohibir la revista Mensaje. Al interior de la CECh había problemas, los cuales venían manifestándose desde la década del 60 del siglo XX con los cristianos por el Socialismo, donde había sacerdotes, pastores evangélicos y religiosas y que buscaban tener un mayor compromiso social, siguiendo lo establecido por el Concilio Vaticano II.
Pensar unir cristianos con socialismo, no sólo dividió a los sacerdotes, también inquietó a los obispos y a la Conferencia Episcopal, la cual criticó algunas propuestas y la forma de llevarlas a cabo, donde lo político ideológico estaba por sobre el ámbito de lo propiamente espiritual, situación que se agudizó una vez producido el golpe de Estado, y que en sus diversas declaraciones, la Conferencia Episcopal, da cuenta de las controversias, que aún “desde antes de su nacimiento habían desencadenado al interior de la Iglesia Católica”[29].
Los cristianos por el Socialismo, integrado por sacerdotes, pastores evangélicos y religiosas también fueron una preocupación para la jerarquía eclesiástica, que en los años sesenta y comienzos de los 70 presionaban por una Iglesia más social y comprometida con la realidad del país. En un escrito, con fecha 1 de agosto de 1973, titulado Fe cristiana y actuación política (primera parte), los obispos señalaban que luego de una reflexión teológica pastoral los sacerdotes no podían participar de dicho movimiento[30]. Los cristianos por el Socialismo, la Toma de la Universidad, la de la Catedral de Santiago, se sumaron a las tensiones que vivía el país. Ulises Cárcamo destaca el rol de la Iglesia al “intentar conciliar la revolución eclesiástica con la radicalización política” la cual “terminará en septiembre de 1973”[31].
La opinión de Tomás González, sobre la Conferencia Episcopal quedaba de manifiesto en una carta al sacerdote Belga José Comblin, con fecha 6 de junio de 1978, donde señalaba que:
“… antes de ser obispo yo también creía en el “mito” de la CE de Chile, ágil, abierta, progresiva, que marcaba ciertos hitos en la pastoral …. Una vez adentro me “desayuné” como se dice en Chile…
… Se tiene miedo a auscultar al otro, especialmente a los teólogos (los de “confianza” son poquísimos) y a los laicos. Por esto falta una teología seria por un lado y planteamientos realistas por otro. Se lucha, como en otras épocas más bien por defender ideologías que por analizar hechos y ver en ellos la presencia del Señor que habla…”[32].
El régimen tuvo apoyo de algunos miembros de la Conferencia Episcopal, que desde el año 1974 comenzaron a mostrar “trizaduras”[33]. Por ejemplo, los obispos de Linares y Valparaíso, Augusto Salinas y Emilio Tagle de Valparaíso, respectivamente, se mostraron proclives al golpe. El primero, justificaba moralmente el acontecimiento y el segundo propuso una declaración pro-juntista[34]. Raúl Hasbún, que también apoyaba el régimen, fue recibido por la junta el 13 de noviembre de 1973, lo cual consta en una Acta secreta, donde da cuenta de un viaje a la Santa Sede y ofrece las pantallas de canal 13, sumándose a la cruzada patriótica por la verdad[35]. El episcopado chileno de la primera mitad del siglo XX “estuvo muy en sintonía con la realidad de la Iglesia Católica en general” y que, si bien “hubo una pervivencia del conservadurismo político en un porcentaje importante de la jerarquía eclesiástica, también en concordancia con directrices pontificias, se observaron nuevas posiciones de mayor autonomía del histórico partido confesional, acercando posiciones con el social-cristianismo, en auge desde la década de 1930”[36].
El acercamiento de Pinochet a la Iglesia Católica fue real. El gobierno nombró a Sergio Rillón como titular de las relaciones entre gobierno y la Iglesia con el objetivo de “potenciar el mensaje del papa Juan Pablo II en contra de los regímenes comunistas”, haciendo ver a Pinochet como el hombre que había salvado a Chile del comunismo ateo[37]. Uno de los eventos que con mayor agudeza demostró la evidente fractura al interior de la CECh, entre quienes apoyaban a la Dictadura y sus críticos, fue la publicidad dada a un almuerzo. Los leales a Pinochet, entre ellos Emilio Tagle, Jorge Medina, Florencio Infante, Raúl Hasbún, fueron fuertemente criticados por Tomás González en una carta al Cardenal, el cual cataloga de un gran escándalo. González critica también que al interior de la CECh. existía una Comisión, formada por los obispos Bernardino Piñera, Francisco José Cox y Carlos González, para “dialogar con Pinochet”[38]. El almuerzo fue en el edificio Diego Portales. Pinochet, buscaba interlocutores eclesiásticos a su medida, desafiando así a la instancia más colegiada como lo era el “Comité Permanente de los Obispos”. Asistieron 6 obispos y 3 sacerdotes. Los obispos señalaron que fue un almuerzo y nada más, que se dedicaron solamente a conversar. La revista No podemos callar, tituló el hecho como “Un almuerzo exquisito…y útil…”[39].
El obispo González también criticó el Plebiscito de 1980, al igual que una parte del Episcopado. Planteo antes de la votación las consecuencias por no existir las condiciones mínimas de garantía del acto electoral. No consideraba válido el Plebiscito, alineándose así con lo planteado por la Conferencia Episcopal. Se criticaban los artículos transitorios, que restringían drásticamente los derechos a protección jurídica. Para la revista No podemos callar, los aliados y cercanos a Pinochet eran: Orozimbo Fuenzalida, Jorge Medina, Raúl Hasbún, Bernardino Piñera, Francisco de Borja Valenzuela. Los incondicionales eran: Emilio Tagle, Eladio Vicuña.
La Iglesia oficial había “preferido mantener el equilibrio”. Para Jordá, las declaraciones del Comité Permanente del Episcopado fueron “débiles y casi colaborativas”[40]. Un número importante de sacerdotes fueron asesinados y otros tantos expulsados del país[41]. En este sentido la muerte de Joan Alsina, André Jarlan, Gerardo Poblete, Antonio Llidó, Wilfredo Alarcón, Miguel Woodward, son sólo una muestra de la represión que sufrió la Iglesia disidente[42].
A dos días del golpe, el 13 de septiembre de 1973, el Comité permanente del Episcopado, junto con manifestar que hicieron todo lo posible para evitar el golpe, que les duele inmensamente el derramamiento de sangre, pedir respeto por los caídos, confían en el “patriotismo y el desinterés” de las nuevas autoridades que han asumido “la restauración del orden institucional y la vida económica del país tan gravemente alteradas”, piden a los chilenos “cooperan a llevar a cabo la tarea”[43].
A fines del mes de septiembre de 1973, el Comité Permanente del Episcopado visita a la Junta de Gobierno, manifiestan su sentimiento de respeto y aprecio a las Fuerzas Armadas y Carabineros por las deferencias con todos los obispos. Al mismo tiempo ofrecen su colaboración para la obra de la reconstrucción del país, y en particular en la tarea de pacificación de los espíritus y las conquistas sociales de los derechos de los trabajadores[44].
Una vez ocurrido el golpe, la jerarquía “se mantuvo a la expectativa. Haciendo equilibrios entre el silencio y el apoyo a la legitimidad de la Junta puesto que la situación del país con la UP era insostenible: El comité episcopal de alguna manera avala el golpe, o lo comprendía, y algunos sectores lo deseaban”[45]. En una declaración del Comité Permanente del Episcopado sobre la situación de la nación, con fecha13 de septiembre de 1973, señalaba en uno de sus puntos que:
“Confiando en el patriotismo y desinterés que han experimentado los que han asumido la difícil tarea de restaurar el orden institucional y la vida económica del país, tan gravemente alterados, pedimos a los chilenos que, dadas las actuales circunstancias, cooperen a llevar a cabo esta tarea, y, sobre todo, con humildad y con fervor, pedimos a Dios que los ayude…”[46]
… La cordura y el patriotismo de los chilenos, unidos a la tradición de democracia y humanismo de nuestras Fuerzas Armadas, permitirán que Chile pueda volver muy luego a la normalidad institucional, como lo han prometido los mismos integrantes de la Junta de Gobierno, y reiniciar su camino de progreso en la paz”[47].
III.- El golpe de 1973 en Chillán y la relación de amistad entre el Obispo Cox y Pinochet.
La prensa local y las autoridades eclesiástica locales nos brindan una idea de cómo fue recibido el golpe de Estado en sus primeros meses. El Diario La Discusión de Chillán, el más antiguo de la ciudad y el segundo a nivel nacional, apoyó el golpe de Estado de año 1973, lo cual es posible observar en sus editoriales y en las noticias que comunicaba a la comunidad local. Por ejemplo, la editorial del 3 de octubre de 1973 se tituló “Comprométase con Chile”, sumándose a la campaña de la Dirección de Información del Gobierno, con la finalidad de colaborar económicamente con el país, a raíz de la catástrofe que había dejado el gobierno anterior, instando a la comunidad a entregar dinero, pieles, joyas preciosas y oro labrado en anillos[48]. El 6 de octubre el titular de la editorial era “La tarea de despolitización”, donde se planteaba erradicar el marxismo como una tarea urgente, con la finalidad que los chilenos pudieran trabajar tranquilo, dedicando el tiempo y esfuerzo en beneficio personal y del país[49].
El 10 de octubre titulaba el diario “Diego Portales ¿otra vez?, donde se hablaba del “milagro portaliano” y que “la historia recuerda y admira”. Que dicho milagro lo había realizado “con un simple don genial de autoridad incrustada dentro de un comerciante honesto”[50]. En ese mismo ejemplar, cita al Canciller Ismael Huerta, quien ante las Naciones Unidas había explicado la intervención militar, titulando la noticia “Compromiso constitucional de defender al país impulsó a las Fuerzas Armadas (al) poder”. También el diario comunicará noticias con titulares como: “Se asegura abastecimiento de carne de vacuno en Chillán”[51], “El Plan Zeta quedó al descubierto en Bío-Bío”[52], y la reiteración de imágenes donde se pide a la comunidad que haga su aporte en dinero o bienes materiales para levantar al país.
El obispo Eladio Vicuña Aránguiz a pocos días del establecimiento del régimen militar, el obispo miraba con optimismo el futuro. En su homilía del 18 de septiembre del año 1973, en la catedral de Chillán, invitaba a los feligreses a mirar el futuro más que el pasado reciente, donde la violencia y el terrorismo se habían instalado en el país.
“En el Chile del futuro esperemos que nuestros obreros trabajarán con tesón y entusiasmo y no serán obligados a abandonar sus fábricas en horas laborales para asistir a concentraciones que nada tienen que ver con la producción... Los verdaderos patriotas deberán actuar en toda circunstancia guiados por hábitos de sobriedad, honradez y moralidad”[53].
Finalmente, el obispo Vicuña manifestaba en su homilía que: “Comprendemos la tremenda tarea que deber realizar los gobernantes que ahora rigen los destinos de la Patria. Su responsabilidad es agobiante. Hacer que Chile se encamine nuevamente por la senda del orden y del progreso…”[54].
En este sentido, el obispo Hourton recordaba una situación vivida con Eladio Vicuña, a raíz de un mensaje de Navidad del primero, a raíz de unas restricciones del gobierno militar a los medios de comunicación y a una serie de limitaciones que afectaban no sólo el desplazamiento de las personas sino que también su pensamiento, la respuesta del obispo de Chillán Eladio Vicuña fue, tratando de convencer a Hourton, “que el putsch había sido necesario” y que “por unos excesos no había que condenar todo”[55]. El tema del orden y el poder trabajar en un ambiente de libertad eran importante para el obispo, y en cada ocasión que podía lo manifestaba. Por ejemplo, el año 1972, con motivo de la inauguración de una fábrica de sacos en Chillán, donde junto con felicitar, toda vez que la ciudad carecía de industrial, concluía sus palabras diciendo: “Deseo, finalmente, que empleados y obreros vivan en fraternal armonía, con la seguridad que se les dejará trabajar en paz y libertad”[56].
Sin embargo, con la llegada del obispo Cox, esta relación tomará ribetes particulares. En la medida que se instalaba la dictadura, comenzó un acercamiento de Pinochet a algunos obispos chilenos. Un caso comentado en la época por la prensa oficialista fue el del obispo de Chillán Francisco José Cox[57], al ser nombrado secretario de la nueva Comisión Pontificia para la Familia y su viaje a Roma. Ante dicha situación, el gobierno militar habría manifestado su complacencia: “Pinochet rindió un homenaje a Mons. Cox en la ceremonia conmemorativa del natalicio de Bernardo O´Higgins en Chillán”[58]. En retribución, el obispo Cox, no sólo habría tenido “palabras laudatorias” definiéndolo como “un hombre de muy buenas intenciones”[59], sino que también habría invitado a “un convite íntimo a la pareja dictatorial y al ministro de la represión interior en la residencia episcopal”[60]. La idea era postular a Cox como el sucesor del Cardenal Silva Henríquez, cuando éste cumpliera los 75 años, según la revista Policarpo[61].
El obispo Cox mantuvo una cordial amistad con la dictadura de Pinochet. Se generó una relación de confianza, al punto de manifestar abiertamente el obispo algunas situaciones que se vivían en la comunidad. Por ejemplo, mantuvo fluida comunicación con Andrés Rillón Romaní[62], quien estaba encargado de las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno. La radio El Sembrador de Chillán, que, gracias a una onda radial concedida por Pinochet al obispado, comenzó su existencia con la finalidad de propiciar el tema social, cultural y religioso. En una carta de Cox a Rillón, con fecha 19 de julio de 1981, le expresaba que:
“Hace tres años su Excelencia el presidente concedió al Obispado de Chillán una onda radial, que dio origen a Radio El Sembrador. Ha sido un instrumento extraordinario de promoción social, cultural y religiosa. Se guía por los principios que están expresado en el decálogo y en la carta al presidente que le adjunto como anexos …”[63].
… Desgraciadamente, la potencia de un Kilowatt y la ubicación en una frecuencia muy alta -CC 144- no le permite llegar a las zonas más apartadas de la Diócesis, que son, por eso mismo, las más necesitada de los medios de comunicación. Quedan fuera de nuestra acción zonas para mi tan importantes como Tucapel, Yungay, Quirihue, Cobquecura, Buchupureo y el secano de la costa, San Fabián de Alico y la zona de precordillera”[64].
El mundo campesino fue una de sus preocupaciones, donde veía una pobreza que manifestaba signos de recuperación. Esta realidad la reflejaba el obispo en sus cartas pastorales y también ante el gobierno de Pinochet. En carta, con fecha 20 de julio de 1981, le manifestaba:
“Quiero a la vez expresarle, excelencia, mi profunda preocupación por la situación de la agricultura en mi zona. Por lo que sé del obispo de los ángeles, sucede en su Diócesis exactamente lo mismo. Los agricultores están mal. Los precios agrícolas están más bajos que hace uno o dos años. No tienen alternativas de cultivos rentables pues no pueden competir con productos agrícolas que llegan al país a precios muy bajos, procedentes de países con agricultoras fuertemente protegidas o subsidiadas…”[65].
… Conozco muchos casos de agricultores excelentes, de gran capacidad económica, como el Sr. Octavio Brancoli, que ha perdido todo lo que tiene, ha debido vender y trasladarse a Santiago. He escuchado quejas muy amargas de agricultores que han sido durante años fervientes partidarios del gobierno y admiradores suyos, excelencia, que hoy están completamente desilusionados en lo que a política agraria se refiere…”[66].
Por todo lo que oigo y de muy diferentes sectores, por todo lo que veo y lo que sé, estoy convencido, excelencia, que la situación agraria está muy mala. Es necesario que se escuche más a los agricultores y campesinos y se adecuen las políticas generales a las condiciones peculiares del sector agrícola…”[67].
El obispo cree que Pinochet está mal informado por parte de los personeros del ministerio de agricultura, los cuales no entregaban toda la información sobre la verdadera realidad de los campesinos. Por ello termina diciendo que:
“… Le rogaría, excelencia, que me concediera una audiencia para poder ir directamente a Ud. con algún agricultor que sea de su confianza y que le pueda exponer con más fundamento que el que yo tengo, la verdadera situación de los agricultores de la zona, por lo que a mí me toca observar, estoy casi absolutamente seguro que por vía de gobernación provincial no recibirá Ud. una información suficiente en este sentido ... Que Dios me perdone si me equivoco, pero creo honradamente que es así. Y si es así, la información que llega a Ud. excelencia es probablemente parcial e insuficiente…”[68].
… Digo esto excelencia, por Ud. ha estado en Chillán he podido observar en más de una ocasión, que cuando Ud. ha preguntado por los problemas de la zona, nadie de los presentes le ha dicho con franqueza y lealtad algunos de los problemas existentes. Esto me da fundamento más que suficiente para temer que su información sea insuficiente”[69].
En carta con fecha 31 de julio de 1981, el ministro Santiago Sinclair Oyaneder[70], responde a Cox, señalando que el presidente por agenda no lo puede recibir, sin embargo, le señala que el ministro de agricultura lo recibiría en su representación. Finalmente, y dar una solución a la problemática de los agricultores de la provincia de Ñuble, termina su misiva Santiago Sinclair diciendo que: “Hago propicia la oportunidad para renovar a S.E.R, en nombre del jefe de Estado y en el mío propio, las seguridades de nuestra más distinguida consideración y aprecio”[71].
El 7 de septiembre del año 1981escribe desde Roma a Pinochet por dos motivos. El primero agradece su invitación en Chillán, a raíz del 20 de agosto, de la conmemoración del natalicio de Bernardo O´Higgins y pide por el político Andrés Zaldívar, que estaba en el exilio
“Muy estimado Señor presidente y amigo: Dos motivos me mueven a escribirle estas líneas. El primero, agradecerle haya aceptado mi invitación en Chillán. El segundo, participarle de una experiencia y formularle una petición...[72].
… Lo primero es agradecer por su visita. Fue para mí un momento muy grato el pasado con Ud., su Señora esposa y los otros invitados. Le agradezco la deferencia que tuvo al aceptar de forma tan sencilla esa improvisada invitación. Espero que también para Ud. haya sido uno momento de tranquilidad, de alegría, de contacto personal. Contactos de esta naturaleza, son, además, muy importantes para que las relaciones entre los organismos que representamos -Gobierno e Iglesia- sean cada vez mejores y se lleven en la forma serena y objetiva en que siempre deberían haberse llevado. Para ello, el contacto personal tiene una gran importancia. Ningún contacto deja de producir frutos, tarde o temprano. Por ello, de nuevo le doy las gracias”[73].
Cox, pese a su crítica respecto a la Constitución, felicita a Pinochet por el triunfo en el plebiscito de 1980. En carta del 2 de marzo de 1981 le dice:
“El día 11 de marzo se inicia para el país y para Ud. una nueva e importante etapa, al entrar en vigencia la Constitución aprobada por el plebiscito del 11 de septiembre de 1980 y al asumir Ud., excelencia, el cargo como presidente Constitucional de la Nación…”[74].
“… He querido dirigirle estas líneas porque estoy consciente de la importancia que tiene este acontecimiento no solo para Ud. sino para la vida de todo el país. Deseo expresarle, excelencia, de todo corazón, mis mejores deseos de éxito en esta nueva etapa y asegurarle que he rezado por Ud., por sus responsabilidades de Gobernante, pidiéndole al señor que lo ilumine, que le inspire aquellas actitudes y sentimiento que todo gobernante necesita para ser fiel tanto a su dios como a su pueblo…[75]”.
… Como otras veces lo he hecho, le reitero también ahora mis sinceros deseo de colaborar para que entre el gobierno que Ud. preside y en el cual tengo muy buenos y numerosos amigos, y la iglesia de la cual tengo la gracia de ser Obispo, existen relaciones de recíproco respeto, cordialidad y ayuda para el bien de toda nuestra Patria. Tenga la certeza, Excelencia, que, a pesar de cualquier mal entendido, mantengo firmemente esta actitud hacia Ud. y en la medida de mis posibilidades, procuro que sea esta la actitud predominante no solo en mi Diócesis sino en toda la iglesia chilena”[76].
El obispo se resigna al resultado del plebiscito y no tiene más alternativa que desearle lo mejor en los años que se avecinan. Sin embargo, algo distinto ocurre en el ámbito de lo público, en su comunicación con la feligresía, especialmente a través de sus cartas pastorales[77]. En ellas repara en la situación vulnerable de muchos niños y niñas en la provincia de Ñuble, la familia, en la realidad que vive el campesino en medio de una economía que favorece a los grandes en desmedro de los medianos y pequeños agricultores y en las comunidades eclesiales de base, tanto urbanas como rurales, las cuales se constituían en una “nueva forma de ser cristiano y de ser iglesia”[78] lo que en Chillán tuvo especial eco en las parroquias[79].
Volviendo al ámbito de lo privado, el obispo Cox escribe a Pinochet e la llamada “carta de la discordia”, a raíz de la situación del país, pero fundamentalmente por el Plebiscito de 1980.
“He procurado siempre ser deferente y justo con Ud. He admirado su valor para asumir responsabilidades y decisiones difíciles; he creído en la buena intención que ha guiado sus pasos, comprendiendo también las múltiples dificultades ligadas a la tarea de gobernar; he procurado ser leal y expresar a Ud. personalmente y no por medios publicitarios, mis opiniones y puntos de vista; he procurado por todos los medios el mantener buenas relaciones no solo con Ud. sino con las autoridades en general. Y he sentido por su parte una deferencia que me honra y agradezco en lo que vale…[80].
Luego de estas palabras de admiración por el general Pinochet, pasa el obispo a manifestar con franqueza sus observaciones sobre el plebiscito
“En cuanto al plebiscito como tal hay muchas cosas que no logro comprender. Desde luego, el apuro con que se ha convocado, unido al hecho de que no se plantea una alternativa claramente definida y a la imposibilidad práctica de que en tan corto espacio de tiempo la ciudadanía se pueda informar adecuadamente, lo convierte en un proceso muy discutible. Eso, sin mencionar que los mecanismos de escrutinio no dan garantías suficientes de imparcialidad…”[81].
… Todo esto, Señor presidente, se traduce en desprestigio para Ud. -no solo fuera de Chile, donde un acto así planteado tendrá ciertamente repercusiones negativas- sino también entre los propios compatriotas. Muchas personas se sienten violentadas, atropelladas lo que crea sentimientos de rebeldía, de humillación y desánimo. Incluso muchos de sus sinceros partidarios no están contentos con la forma en que se ha planteado el plebiscito. Creo que ha sido un proceso poco feliz para Ud. el que se está realizando lo que me lleva a pesar que hay otros intereses en juego. Por mi parte estoy convencido que, en un plebiscito planteado en forma más objetiva y respetuosa, Ud. obtendría una gran mayoría de apoyo. Por eso me surge la inquietante pregunta: ¿Por qué se plantea un plebiscito en estos términos, cuando al haberlo hecho con toda la corrección jurídica y moral habría obtenido ciertamente un mucho mayor y mejor resultado?[82]”.
Luego de plantear el obispo sus observaciones sin miramientos a Pinochet, pensando pudieran serle útiles, pasaba a criticar la deficiente propaganda sobre el plebiscito.
“… escuchando la propaganda oficial se despierta un profundo malestar, no se advierte el deseo de informar realmente a la ciudadanía de los verdaderos contenidos y alcances de las normas constitucionales. Se aluden sólo a aspectos excelentes de la constitución futura, con los que nadie puede estar (en) desacuerdo, pero se callan aspectos fundamentales, por ejemplo, los artículos transitorios[83], que son los que regirán realmente nuestros destinos por muchos años… Tengo que confesarle, señor presidente, que me han producido gran extrañeza y desconcierto, porque no logro conciliar las medidas allí propuestas con la impresión que tengo de Ud., de sus propósitos e intenciones. Chile ha tenido confianza en Ud. porque lo ha visto como un militar que, en un movimiento grave de la vida del país, supo interpretar un clamor mayoritario y asumir la dificilísima responsabilidad de encabezar un pronunciamiento que terminará con las injusticias y arbitrariedades de un gobierno que pasó por encima de las leyes, de las tradiciones del país…[84].
Finalmente, señalaba el obispo que las observaciones no era sólo una opinión personal, sino que eran fruto del contacto con universitarios, estudiantes secundarios, dueñas de casa, obreros, empleados, agricultores, industriales, gente de la calle y que no necesariamente eran opositores al régimen. Insistía el obispo que había miedo en la población[85].
La respuesta de Pinochet al obispo Cox no se hizo esperar y la realizó en términos duros, recurriendo hasta un personaje bíblico, a Job, para hacer ver la paciencia que ha tenido con sus detractores. No obstante, evita romper con la amistad del obispo. Señalaba el general Pinochet:
“… Tales juicios contienen un cúmulo de estimación subjetivas que, si no señalara que lo hace con el mejor ánimo, mi respuesta no tendría la calma que trato de mantener, a pesar de que sus palabras no solo hieren, sino que van más allá, pues emite especiales observaciones sobre la situación nacional pre-plebiscitaria... Las expresiones vertidas por Ud. son similares a las que leí en artículos de la revista “hoy”, en publicaciones de enemigos del gobierno, o bien se escuchaban en las radios de la oposición que tuvieron libertad y no se cansaron de difundir falacias durante los treinta días anteriores a la fecha de convocatoria. Incluso, señores obispos no trepidaron en mezclar lo espiritual con lo temporal, impulsando tal vez a otros sacerdotes que hoy aún continúan en el mismo camino a través de las páginas de la revista “mensaje”. Muchas veces pienso que otros credos observan una conducta más acorde con lo espiritual...
… Quiero decirle con igual franqueza que la suya, que he tenido la paciencia de Job[86] para soportar este tipo de expresiones, y no hago comentarios de ellas por lo ácidos que serían. He creído mejor, en medio de tanta incomprensión, ofrecerlo todo a Dios pues en él se encuentra el consuelo y las fuerzas para enfrentar el ataque que pertinazmente nos hacen unos pocos”[87].
La respuesta de Pinochet tiene varias aristas. La primera dice relación con los medios de comunicación y la importancia que tenían desde la estrategia política. El Mercurio, como otros diarios locales, eran proclives al régimen; sin embargo, la revista Solidaridad, Análisis y medios clandestinos, como No podemos Callar y Policarpo, fueron claves al momento de informar sobre la realidad económica del país y la violación a los derechos humanos. Segundo punto, la argumentación con personajes bíblicos. Pinochet utilizó con frecuencia la expresión “guerra santa”, para combatir el marxismo, y en esta carta respuesta cita a Job, por la paciencia que ha tenido para soportar a sus detractores, lo cual resulta a lo menos novedoso, en un mandatario que, si bien vivió en un ambiente católico, no tenía conocimientos teológicos[88].
Es probable que este concepto provenga de otro aliado religioso que tuvo Pinochet, el mundo evangélico, al menos de un grupo que era significativo comunicacionalmente[89]. Pinochet y el obispo Javier Vásquez Valencia tuvieron cercanía, manifestando este último su apoyo en cada Te Deum evangélico y más de un documento oficial. Por ejemplo, el año 1974, mediante un documento firmado por 32 obispos y pastores que representaban a la Iglesia evangélica chilena[90] en momentos en que la Iglesia Católica comenzaba su crítica más abierta a Pinochet. En el año 1975 comienzan los Te Deum Evangélicos con la concurrencia de Pinochet, la Junta y ministros. El punto de convergencia era sin duda el anticomunismo, ya que Pinochet difícilmente sabía lo que significaba el pueblo evangélico, su composición e importancia[91].
Finalmente, sin duda que la crítica del obispo Cox molestó mucho a Pinochet, más aún si venía de un prelado a quien consideraba como “amigo” y al cual había concedido más de un beneficio, como la radio El Sembrador. La reprimenda de Pinochet al obispo Cox no llegó al extremo de romper la relación, entendiendo el primero que necesita contar con obispos que al menos no criticaran públicamente al gobierno, por lo tanto, era capaz de morigerar la crítica del obispo Cox. No debemos olvidar, que, en los años 80, la Iglesia Católica, incluida una parte significativa del Episcopado y miembros del clero, denunciaban abiertamente las violaciones a los derechos humanos, por lo que no le convenía romper con un aliado como fue el obispo Cox.
IV.- Conclusiones
El general Pinochet aprovechó la división que existía al interior del Episcopado chileno, ya que este había manifestado serios reparos a la política del presidente Allende en cuanto a temas económicos, educacionales y religiosos. En el mes de julio de 1973, el Comité permanente señalaba que la “paz de Chile tenía un precio” y que había que evitar una lucha armada entre chilenos. Que era hora de una tregua para que el mundo político buscara soluciones a los graves problemas sociales que tenía el país[92]. En material educacional también tenían sus aprehensiones por la ENU. La rechazaban por no respetar el proyecto valores humanos y cristianos fundamentales, reconociendo su valor pedagógico[93]. Incluso al interior de la propia Iglesia, los cristianos por el Socialismo y más allá de compartir algunas ideas, tenían muchos reparos. Lo anterior, hizo ver al nuevo gobierno como una vuelta al orden y a poder avanzar gradualmente a una puesta al día de la Iglesia en materia social, que respondiera a lo planteado por el Vaticano II en cuanto a caminar junto al pueblo de Dios.
Pinochet, consciente de esta situación, buscó un acercamiento con los obispos y para ello ideó una estrategia. Por ello existieron almuerzos, contacto a través de correspondencia, logrando que algunos de los obispos vieran con buenos ojos el acercamiento y accedieran a cultivar una “amistad” singular, como ocurrió con Francisco José Cox. Fue una relación de conveniencia, donde el obispo no estuvo dispuesto a manifestar públicamente sus observaciones, por ello optó por la carta como medio de comunicarse para relacionarse con Pinochet. El obispo espera beneficios de esta relación, siendo uno de ello la radio El Sembrador, con la cual el obispo llegaba a los feligreses de la ciudad y el campo con sus directrices pastorales emanadas del Concilio Vaticano II, y el general Pinochet, se aseguraba que el medio de comunicación no se sumara a la crítica de algunos medios, como lo hacían la revista Mensaje y los periódicos clandestinos que surgían. A favor del obispo y del nuevo régimen, el principal diario de la Provincia, La Discusión de Chillán, también veía con buenos ojos la llegada de un nuevo gobierno que impusiera el orden y la tranquilidad que se había alterado, como queda de manifiesto en las editoriales del diario y en las noticias principales de medio de comunicación.
El discurso público de Cox se movió fundamentalmente en el ámbito pastoral y de la realidad que vivía el campesinado de Ñuble. Sin duda que eran tiempos difíciles y la Iglesia lo sabía y trató de ayudar según sus posibilidades, tratando de hacer carne el Concilio Vaticano II. Cox se preocupó de organizar al campesinado en la Comunidades Eclesiales de Base, para desde allí aliviar sus condiciones materiales. Los niños, las mujeres y familia fueron su centro, sus cartas pastorales ponen especial énfasis.
Su relación con Pinochet fue de amistad, al punto que se atrevió a manifestar abiertamente su pensamiento, el cual escuchaba a diario en su recorrido por la diócesis, en gente partidaria del nuevo régimen como en contra de este. Cox abogó ante Pinochet por una serie temas, entre ellos la realidad del campesinado, la situación de la IANSA, por el político Andrés Zaldívar para que ingresara al país. También tuvo más de algún inconveniente a raíz de dar su opinión respecto al plebiscito sobre la Constitución de 1980. En carta del 19 de agosto de 1980, manifestaba sus aprehensiones respecto al acontecimiento. Había aspectos que el obispo no comprendía, como la escasa información de lo que estaba en juego, el cómo sería el escrutinio y sus garantías, y muy especialmente el artículo transitorio 24 (Arrestos en casas, derecho de reunión y libertad de información, prohibición al ingreso al territorio y expulsión del país).
Cox, al igual que el Episcopado chileno y algunos partidos políticos, pensaban que sería, al menos en un primer momento, un gobierno de transición que duraría cuando el orden fuera restablecido, y así lo manifiesta en sus cartas. El obispo Cox no escapó a la división que existía entre los obispos y se puso en la vereda del nuevo gobierno, distinto a lo que hizo el obispo de Punta Arenas Tomás González, quien se pronunció abiertamente, tanto al interior como fuera de la Iglesia en los medios locales. Cox por su parte sólo llegó a una crítica en lo privado. Comprendía que otro camino era la represión del régimen y la escasa posibilidad de lograr sus propósitos pastorales y sociales, que de por sí eran dramáticos, especialmente en el mundo rural, y la diócesis era eminentemente rural. Complejo trance, que algunos sacerdotes de la diócesis asumieron en el espacio público con mayor decisión que el obispo el rechazo a las injusticias y violaciones de los derechos humanos por parte de la dictadura, visitando a las víctimas en las cárceles, centros de tortura y lugares de fusilamientos, a través de sus homilías y orientaciones pastorales, debiendo soportar allanamientos de las casas parroquiales y advertencias de parte de los órganos de represión del Estado.
VI.- Fuentes y Bibliografía.
Fuentes
I.- Archivo Diócesis de Chillán (ADCh.).
-Discurso de Monseñor Eladio Vicuña, Obispo de Chillán, septiembre 1973, https://archivojaimeguzman.cl/index.php/iglesia-177.
-Cartas pastorales de Monseñor Francisco José Cox: 1975-1981.
- Carpeta Presidentes de la República, 1975.
II.- Documentos de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh.).
-Fe cristiana y actuación política (primera parte), 1 de agosto de 1973, https://www.iglesia.cl/146-fe-cristiana-y-actuacion-politica-primera-parte.htm.
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-Declaración de la Comisión Permanente del Episcopado sobre la situación del país, 13 de septiembre, 1973, https://www.iglesia.cl/147-declaracion-del-comite-permanente-del-episcopado-sobre-la-situacion-del-pais.htm.
- La paz de Chile tiene un precio, Comité Permanente del Episcopado, Santiago, Chile, 16 de julio de 1973. https://www.iglesia.cl/145-la-paz-de-chile-tiene-un-precio.htm.
-Declaración de la Asamblea Plenaria del Episcopado sobre la Escuela Nacional Unificada, 11 de abril de 1973. https://www.iglesia.cl/137-declaracion-de-la-asamblea-plenaria-del-episcopado-sobre-la-escuela-nacional-unificada.htm.
-Constitución política de la República de Chile, 1980. Editorial Jurídica, Santiago, 1981
-Informe Rettig, 1996.
III.- Periódicos
-La Discusión de Chillán, octubre-noviembre, 1973, ADDCh.
-No podemos callar (periódico clandestino, 1975-1981), números 8 (1976), 9, 10, 11 (s/f.), 12 (1976), 13 (1976), 15 (s/f.), 52 (1980), (1980).
-Policarpo (Periódico clandestino), números 2 (1981), 3 (1981), 4 (1981).
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[1] Por ejemplo, la revista Notas Históricas y Geográficas, de la Universidad de Playa Ancha, presentó un dossier conmemorativo “A los 50 años de la dictadura militar, 1973-2023: memorias, resistencias, Historia política y social en Chile durante y post dictadura”, publicado el 5 de abril del año 2024.
[2] Marcos Fernández, “Si Dios está con nosotros, quién puede estar contra nosotros: el conflicto entre Dictadura e Iglesia Católica en Punta Arenas, 1973 – 1985”, (Revista de Historia, 30, 2023) 1-38:4; Sol Serrano, “Espacio público y espacio religioso en Chile Republicano”, Teología y Vida, 44, 346-355, 2003.
[3] Cristián Parker, “El aporte de la Iglesia a la sociedad chilena bajo el régimen militar”, Cuadernos Hispanoamericanos, 482-483, agosto-septiembre, 1990.
[4] Marcos Fernández, op.cit, “Si Dios está con nosotros…”
[5] Idem,
[6] Cristián Parker, op.cit. “El aporte de la Iglesia a la sociedad chilena…”
[7] Marcos Fernández, op.cit. “Si Dios está con nosotros…”
[8] Policarpo (Periódico clandestino), números 2 (1981), 3 (1981), 4 (1981).
No podemos callar (periódico clandestino, 1975-1981), números 8 (1976), 9, 10, 11 (s/f.), 12 (1976), 13 (1976), 15 (s/f.), 52 (1980), (1980).
[9] Robert Muchembled, Una historia de la violencia: del final de la Edad Media a la actualidad (España: Paidós, 2010): 18.
Para revisar otras tipologías de violencia, ver: Erich Fromm, El corazón del hombre. Su potencia para el bien y para el mal. Cap. 2. México, Fondo de Cultura Económica, 2015.
[10] Manuel Salazar, Las letras del horror, tomo 1: La DINA Chile, (Santiago, Chile: LOM Ediciones, 2011): 28.
[11] Marie–Monique Robin, Escuadrones de la Muerte: la escuela francesa, (Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana, 2005)
[12] Manuel Salazar, op.cit. “Las letras del horror…”: 29.
[13] Edgar Velásquez, Reseña: “Escuadrones de la muerte: la escuela francesa, Robin Marie-Monique”, Revista de Historia 16, (junio 2006): 119-125.
[14] División de comunicación social, Ministerio Secretaría General de Gobierno. “Declaración de Principios del Gobierno de Chile. Santiago”, (Chile: Junta de Gobierno 11 de marzo de 1974).
[15] Idem.
[16] Fredy Timmermann, El gran terror, Miedo, emoción y discurso. Chille, 1973-1980. (Santiago, Chile: Ediciones Copygraph, 2014): 190.
[17] Gonzalo Rojas, Chile escoge La Libertad: tomo I. la presidencia de Augusto Pinochet Ugarte 11.IX.1973-11.III.1990, (Chile: Zig Zag, 1998): 290.
[18] Las iglesias participantes fueron: católica, metodista, bautista, evangélica luterana, ortodoxa, metodista pentecostal, comunidad israelita y representantes del Consejo Mundial de Iglesias. Se fundó el 6 de octubre de 1974 y fue presidido por el obispo católico Fernando Aristía Ruiz y dirigido por el sacerdote jesuita Fernando Salas. https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-98133.html, del 2 de enero de 2024.
[19] Comisión chilena de Derechos Humanos, Nunca más en Chile: síntesis corregida y actualizada del Informe Rettig, (Santiago, Chile: LOM Ediciones): 59.
[20] M.A. Veit Stassner, “La Iglesia chilena desde 1973 a 1993: De buenossamaritanos, antiguos contrahentes y nuevos aliados. Un análisis politológico”, (Teología y vida, 2006, 76 – 94): 81.
[21] Cristián Parker, op.cit. “El aporte de la Iglesia a la sociedad chilena…”: 32.
[22] M.A. Veit Stassner, “La Iglesia chilena desde 1973 a 1993: 82.
[23] Fredy Timmermann, “El Cardenal Raúl Silva Henríquez en el régimen cívico – militar 1973- 1980”, Marcial Sánchez, Dirc., Historia de la Iglesia de Chile, Tomo V, conflictos y esperanzas. Remando mar adentro, (Santiago: Editorial Universitaria, 2017), 60-125.
[24] Cristián Parker, op. cit, “El aporte de la Iglesia a la sociedad chilena…”
[25] Ibidem: 84.
[26] Erick Jerez, La Historia y sus tiempos: El Puntarenazo, (Chile: Editorial LOM, 2011); Marcos Fernández, op. cit: 2023.
[27] Marcos Fernández, op. cit. “Si Dios está con nosotros…”
[28] Ibidem: 5
[29] Marcos Fernández, “Un reino de este mundo: la controversia en torno a cristianos por el socialismo. Chile 1970-1970”. Marcial Sánchez, Dirc., Historia de la Iglesia en Chile, conflictos y esperanzas. Tomo V, Remando mar adentro, (Chile: Editorial Universitaria, 2017): 200.; Michael Ramminger, Éramos iglesia… en medio del pueblo: el legado de los cristianos por el Socialismo en Chile 1971-1973, (Chile: LOM Ediciones, 2019)
[30] Comité Permanente del Episcopado, Fe cristina y actuación política: primera parte, Conferencia Episcopal de Chile, https://www.iglesia.cl/146-fe-cristiana-y-actuacion-politica-primera-parte.htm, (Santiago, Chile: Agosto 1973)
[31] Ulises Cárcamo, “Pisadas en la arena. Miradas a lo alto: renovación eclesial y radicalización política 1964-1973”, Marcial Sánchez, Dirc. Historia de la Iglesia en Chile, conflictos y esperanzas. Tomo V, Remando mar adentro, (Chile: Editorial Universitaria, 2017): 203.
[32] Marcos Fernández, op.cit, “Un reino de este mundo…”: 12.
[33] Fredy Timmermann, op.cit. “El Cardenal Raúl Silva Henríquez…”: 82.
[34] Idem
[35] Ibidem: 83
[36] Rodrigo Moreno, “El Episcopado en la primera mitad del siglo XX, un nuevo escenario”, Marcial Sánchez, Dirc., Historia de la Iglesia en Chile, Tomo IV, una sociedad en cambio, (Santiago: Editorial Universitaria, 2014): 51.
[37] Fredy Timmermann, op.cit. “El Cardenal Raúl Silva Henríquez…”: 82
[38] Cartas Pastorales, Carta a Mons. Raúl Silva Henríquez, Conferencia Episcopal de Chile, (Santiago, Chille, junio 1980).
[39] No podemos callar, 1975-1981, (1980).
[40] David Fernández, La Iglesia que resistió a Pinochet: historia, desde la fuente oral, del Chile que no puede olvidarse, (Madrid: Iepala, 1996): 63.
[41] Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Informe Rettig, Tomo III, (Chile: Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, 1996).; Miguel Jordá, Martirologio de la Iglesia chilena: Juan Alsina y sacerdotes víctimas del terrorismo de Estado, (Santiago: LOM Ediciones, 2001).
[42] Miguel Jordá, op. cit. “Martirologio de la Iglesia chilena…”
[43] Comité Permanente, Declaración del Comité Permanente del Episcopado sobre la situación del país, Conferencia Episcopal de Chile, (Santiago, Chile, septiembre 1973), https://www.iglesia.cl/147-declaracion-del-comite-permanente-del-episcopado-sobre-la-situacion-del-pais.htm.
[44] Mons. Carlos Oviedo Cavada, Comunicado sobre la visita del Comité Permanente Junta Militar de Gobierno, Conferencia Episcopal de Chile, (Santiago, Chile, septiembre 1973), https://www.iglesia.cl/148-comunicado-sobre-la-visita-del-comite-permanente-a-la-h-junta-militar-de-gobierno.htm.
[45] Idem.
[46] David Fernández, op.cit. “, La Iglesia que resistió a Pinochet…”:62
[47] Ulises Cárcamo, op.cit. “Pisadas en la arena. Miradas a lo alto…”: 234.
[48] La Discusión de Chillán, 3 de octubre, 1973. Archivo Diario La Discusión de Chillán (en adelante ADDCh.)
[49] La Discusión de Chillán, 6 de octubre, 1973, ADDCh.
[50] La Discusión de Chillán, 10 de octubre, 1973, ADDCh.
[51] La Discusión de Chillán, 19 de octubre, 1973, ADDCh.
[52] La Discusión de Chillán, 2 de noviembre, 1973, ADDCh.
[53] “Discurso de Monseñor Eladio Vicuña, obispo de Chillán, 18 de septiembre de 1973, en la Catedral, durante el estado de sitio”, Eladio Vicuña, Escritos como obispo de Chillán I, Archivo Diócesis de Chillán (en adelante, ADCh.), https://archivojaimeguzman.cl/index.php/iglesia-177.
[54] “Discurso de Monseñor Eladio Vicuña, obispo de Chillán, 18 de septiembre de 1973, en la Catedral, durante el estado de sitio”, Eladio Vicuña, Escritos como obispo de Chillán I, Archivo Diócesis de Chillán (en adelante, ADCh.), https://archivojaimeguzman.cl/index.php/iglesia-177.
[55] Jorge Hourton, Memorias de un obispo sobreviviente: Episcopado y Dictadura, (Santiago: LOM Ediciones, 2009): 176.
[56] “Inauguración de la fábrica de sacos”, Chillán 15 de abril de 1972, Eladio Vicuña, Escritos como obispo de Chillán I, ADCh. Ver Rojas, Mauricio y Leal Cristián. 2020. “La Voz del Obispo: Eladio Vicuña, anticomunismo y Pánico Moral. 1955-1973. Concepción, Chile: Revista Historia. Vol.1, 370-400.
[57]¿Muñequeando por el futuro arzobispado de Santiago? Pinochet juega a los naipes episcopales”, Policarpo, n° 4, octubre de 1981.
[58] Idem.
[59] Idem.
[60] Idem.
[61] Idem.
[62]Abogado, fiscal naval y ex marino con rango de navío chileno. Desempeñó el papel de subsecretario general de Gobierno entre 1973 y 1976.
[63] Carta del obispo Cox a Sergio Rillón, 19 de julio 1981, archivador Presidente de la república, 1975 (en adelante APR, 1975, ADCh.
[64] Idem.
[65] “Carta del obispo Cox a Pinochet”, 20 de julio 1981, APR, 1975, ADCh.
[66] Idem.
[67] Idem.
[68] Idem.
[69] Idem.
[70] General de Ejército y político. Entre los años 1985 y 1988 fue ministro secretario general de Gobierno en el gobierno de Pinochet.
[71] “Carta de Santiago Sinclair al obispo Cox”, 31 de julio, 1981, APR, 1975, ADCh.
[72] “Carta obispo Cox a Pinochet”, 7 de septiembre, 1981, APR,1975, ADCh.
[73] “Carta obispo Cox a Pinochet”, 7 de septiembre, 1981, APR, 1975, ADCh.
[74] “Carta obispo Cox a Pinochet”, 2 de marzo de 1981, APR, 1975, ADCh.
[75] Idem.
[76] Idem.
[77] Entre las cartas pastorales del obispo Cox entre los años 1976 y 1981 están: La Iglesia el Cristo de hoy, octubre de 1976; Gracias doy a Dios por ustedes, 15 de agosto de 1977; La Familia-Esperanza de la Iglesia, octubre de 1977; María y Nuestra vida Religiosa, 15 de agosto de 1978; Por los Niños…, septiembre de 1979; Carta pastoral sobre el laicado, 1981. En Cartas pastorales de Monseñor Francisco José Cox, ADCh.
[78] Fernando Castillo, La Iglesia de los pobres en América Latina “Comunicaciones cristianas populares: la Iglesia que nace desde los pobres”, (Santiago, Editor, 1983): 81.
[79] Eduardo Albornoz, “El camino de hacer Iglesia: Historia de la comunidad eclesial de base de San José Obrero de Chillán, 1960-1985” (Santiago: Anuario de Historia de la Iglesia de Chile, Vol. 36, 2018), 133-155.
[80] “Carta del obispo Cox a Pinochet”, 19 de agosto, 1980, APR, 1975, ADCh.
[81] Idem.
[82] Idem.
[83] Artículos transitorios Constitución de 1980 para aquellos actos de violencia que alteren el orden público o peligro de este. Las atribuciones son las siguientes: arrestar a personas por el plazo de cinco días en sus propias casas o lugares que no sean cárceles y en caso de terrorismo por quince días; restringir el derecho de reunión y la libertad de información (circulación de nuevas publicaciones); prohibir el ingreso al territorio nacional o expulsar a los que propaguen doctrinas, a los activistas que realicen actos contrarios a los intereses de Chile; disponer de la permanencia obligada de determinadas personas en una localidad urbana del territorio nacional hasta tres meses como máximo. Todo ello se ejecutará por decreto supremo firmado por el Presidente de la República (Constitución política de Chile, Editorial Jurídica, Santiago, 1981):91-92
[84] Idem.
[85] Idem.
[86] En esta coyuntura, como en otras, el argumento bíblico también estuvo presente. En este sentido, Job, un hombre justo, que duramente criticado por su esposa y amigos, fue capaz de resistir las pruebas del Señor, sin perder su fidelidad. Por su parte, los nombres de las revistas clandestinas No podemos callar y Policarpo, hacen referencia al libro de los Hechos de los Apósteles, capítulo 4, versículo 20, que relata las amenazas sufridas por Pedro y Juan, de parte del tribunal supremo, a raíz de que anunciaban que la resurrección se había cumplido con Jesús y por haber sanado a una persona: No podían callar lo visto y lo oído cuando compartieron con Jesús. Policarpo, recuerda el martirio sufrido por el obispo de Esmirna, como consecuencia de su fidelidad al Señor, siendo condenado a la hoguera por el emperador Antonino Pio el año 155 d. c.
Mons. Francisco José Cox, 20 de julio 1981, Cartas pastorales de: 1975-1981, ADCh.
[87] “Carta de Pinochet al obispo Cox en respuesta a la carta de la discordia”, 9 de octubre, 1980, APR, 1975, ADCh.
[88] Luis Orellana y Evgenia Fediakova, “El te Deum Evangélico de Chile, cuando la legitimidad religiosa y política es mutua”, Sociedad e Estado (abril 2021) 245-268.
[89] Miguel A. Mansilla y Luis Orellana, Evangélicos y política en Chile 1960-1990. Política, apoliticismo y antipolítica, (Santiago: RIL editores, 2018)
[90] Luis Orellana y Evgenia Fediakova, op. cit. “El te Deum Evangélico de Chile…”
[91] Idem.
[92] Comité Permanente, La paz de Chile tiene su precio, Conferencia Episcopal de Chile, Santiago, Chile: julio 1973. https://www.iglesia.cl/145-la-paz-de-chile-tiene-un-precio.htm.
[93] Declaración de la Asamblea Plenaria del Episcopado sobre la Escuela Nacional Unificada, Conferencia Episcopal de Chile, Santiago: abril 1973. https://www.iglesia.cl/137-declaracion-de-la-asamblea-plenaria-del-episcopado-sobre-la-escuela-nacional-unificada.htm.